lunes, 16 de diciembre de 2013

Pequeños fracasos pasajeros

Ocurre, que uno no siempre tiene claro lo que quiere escribir, o sobre que escribir. Por ello cada vez que se me ocurre una idea, una frase, una conversación o un simple pensamiento suelo escribirlo en el lugar que tenga más a mano. Tengo facturas, ticket, etiquetas de la ropa, libretas, posit, envoltorios de comida, etc… repletos de versos. No suelo guardarlos (en el sentido estricto de la palabra) pero no los tiro, los dejo deambular entre mi escritorio, los bolsillos de las chaquetas, de los vaqueros, en maletas o donde sea que estuvieran en ese momento. Albergo la esperanza de que en algún momento esa idea feliz termine formando parte de algo más grande, de alguna historia que valga la pena leer. No todos consiguen ese cometido. Cuando busco inspiración tiro de estos retales de pensamientos. Me parecía injusto darme por vencido con algunos de ellos así que he decidido colocar esos pensamientos tal y como nacieron en esta entrada, con la esperanza de algún día conseguir darle la forma que se merecen. Yo los llamo mis pequeños fracasos pasajeros.

- Si tuviera que contarte hoy como habito el mundo, te diría que lo habito pese a los domingos, que lo hago sobreviviendo a la melancolía de los días más tristes de la semana, que lo habito con la esperanza de una semana con final feliz.

- Al final todo se reduce a cuán lejos o cuán cerca quieras hallarte de mí.

- Uno crece creyendo la mentira de que a través de la ventana de su habitación siempre podrá contemplar la luna.

- Solo esperaba que ocurriese algo transcendente y espectacular… Y apareciste tú.

- Creí haberlo superado. Creí haber cicatrizado. Pero solo fue un espejismo. Hay heridas que nunca paran de sangrar, y la mía lo hace cada vez que te alejas de mí. Se retuerce con el frío. Y últimamente, parece que fuera no haga otra cosa más que nevar…

- Se trata de ese amor incondicional que se da contra toda lógica.

- Algunos quieren cambiar el mundo, yo me conformo con trastocar el tuyo.

- Nunca escribo “tq”. Con las cosas importantes no se racanea.

- Últimamente siento más ganas de perderme que de encontrarte.

- La mayoría de la gente tenía sueños, esperanzas, cosas en las que creía, cosas por las que luchar... Yo solo tenía un lápiz y un folio en blanco... No necesitaba más...

- No hace falta estar loco para vivir en este mundo... pero ayuda....

- Las historias sobre imposibles son las que más suelen gustar, pues crean la falsa ilusión de que cualquier cosa es posible.

- De haber sabido lo que iba a pasar, tal vez me hubiera pensado mejor mis últimas palabras.

- Lo mejor es la magia y el suspense de no saber aun como voy a joder esto.

- Soy muy de apostar a cosas que tienen el fracaso asegurado.

- No me gustaría terminar con alguien como yo, sinceramente, creo que me merezco algo mejor.

- Todo lo que duele inspira.



Peraltucho

martes, 3 de diciembre de 2013

Anatomía de un edificio

1º A
La llamamos Cenicienta. Lleva el bar de la esquina. En algún momento debió de ser una de las mujeres más bellas de la ciudad. Esos días quedaron muy atrás. Ahora sus arrugas solo cuentan una triste historia del pasado. Todas las noches cierra su bar a las 12. Enciende un cigarrillo. Y espera a su príncipe azul mientras se lo fuma. Él nunca viene, pero ella todavía conserva la esperanza de que algún día aparezca detrás de aquella nube de nicotina.

1º B
El párroco hace tiempo que perdió la fe. Sus sermones ya no convencen a nadie en esta escalera. En algún momento perdió el control de su vida. Creyó que la fe lo salvaría. Que su Dios no lo abandonaría a su suerte. Hace una semana que le cortaron la luz. Ahora se sienta a oscuras en su sillón. Sostiene en una mano una biblia y en la otra un arma. Está furioso con el mundo.

2º A
El saxofonista toca su triste melodía. Cuentan que vendió su alma en un cruce de caminos. La cambió por un talento único. Ahora pasa las noches en vela. Echando de menos esos preciosos 21 gramos. Toca para los gatos del lugar. Los gatos maúllan desde los tejados. Son sus únicos espectadores. Son sus únicos amigos.

2º B
El jugador ha perdido hasta el último centavo. La suerte nunca está de su parte. Pasa todo el día encerrado en su casa. Con los pestillos cerrados. Teme que vengan a saldar las deudas que debe. No contesta al teléfono. No abre la puerta. Lleva días sin ducharse. Una botella de Johnnie Walker es su única compañía. Le gustaría apostar a ver cuánto le queda de vida.

3º A
El amante hace tiempo que no ama. Un agujero en su pecho le impide conciliar el sueño. Esa herida que parece no cicatrizar. Esa herida que se vuelve abrir cuando hace frío. Y, últimamente, tiene la sensación de que afuera no para de nevar.

3º B
El cadáver de un viejo se pudre poco a poco. Hace casi un mes que abandonó el edificio. Nadie ha preguntado por él. Nadie lo ha echado de menos. Sobre su regazo hay un álbum de fotos abierto. Murió viviendo en el pasado. Murió en aquella época en la que fue feliz.


“Amantes, luchadores y poetas, todos aprendimos la lección: Nadie besa al perdedor”


Peraltucho


viernes, 22 de noviembre de 2013

Todavía te debo...

Prometí escribirte una historia de amor.
De esas de final feliz.
En las que yo nunca llegué a creer, pero que tu adorabas.
Te debo una historia.
Una historia que hable de mariposas amarillas.
Una historia que hable de amantes, tendidos sobre el capó de un coche, una noche estrellada, jurándose todas aquellas cosas que nosotros no nos juramos juntos. 
Una historia que hable de aquella muchacha que regalaba tulipanes a la salida de la sesión golfa de aquel viejo cine de barrio.
Una historia que hable de poetas que buscan la inspiración al final de un ducados.
Una historia que hable de aquel muchacho que todas las noches se subía a una escalera para recitarle poemas a la luna.
Una historia que hable de aquel hombre y aquella mujer, que coincidieron una vez en un tren y, por error, intercambiaron sus corazones, y ahora viven buscándose por los andenes.
Una historia que hable de como las flores conquistaron el paraíso.
Una historia que hable de aquel castillo de arena que consiguió vencer a la marea.
Te debo una historia.
No creas que lo olvido.
No creas que te olvido.
Esta mañana me levanté dispuesto a saldar mi deuda, pero no pude.
El invierno ha llegado con fuerzas, recubriendo mi pluma de escarcha.
Haciendo que me sumerja en un cruel letargo en el que no queda ni una bella historia para ti.
Ha llegado llevándose todos los finales felices.
Todos los pensamientos alegres.
Así que vuelve,
si quieres,
si puedes,
si te acuerdas,
cuando llegue la primavera.
Puede que entonces terminen de germinar aquellas historias,
aquellas que plantamos hace tanto tiempo,
aquellas que se nos olvidó regar,
que no cuidamos,
y puede que entonces consigamos aquel final que tu y yo siempre soñamos,
ese que tu adorabas y yo nunca terminé de creer.


Peraltucho

domingo, 3 de noviembre de 2013

El pájaro que da cuerda al mundo

Inspirado por el libro de mismo nombre escrito por Haruki Murakami.


Los domingos no fueron siempre así de tristes. Hubo una época en la que los domingos eran mi día favorito de la semana. En ese momento salía con ella. Es por ella por lo que amaba los domingos. Es por ella por lo que, ahora, los domingos no me doy cuerda.

Vivía en un pequeño apartamento. No era gran cosa, pero en su cuarto tenía un balcón que daba a un parque. Todos los domingos sacábamos un par de sillas a ese balcón. Apoyábamos nuestras piernas en lo alto de la barandilla. Dejábamos que el sol nos bañase amablemente. Yo cogía algún libro al azar de su biblioteca y pasaba toda la mañana leyéndole. No creo haber sido más feliz que en aquel balcón.

En aquel parque vivía un pájaro. Un pájaro al que nunca habíamos conseguido ver, pero al que escuchábamos todos los domingos. Hacía un sonido muy peculiar, algo como “cric-cric”, como el sonido que se hace al darle cuerda a un reloj. Nos gustaba aquel sonido. Un día ella me  preguntó:
         ¿Cómo crees que será ese pájaro?
Yo la miré sonriendo y le contesté:
          No haces las preguntas adecuadas.
         ¿Cuál es la pregunta adecuada?
         ¿Por qué hace ese ruido?
Ella se rió, y haciendo un gran gesto de resignación me preguntó:
         Está bien, ¿Por qué hace ese ruido?
         Hace ese ruido porque es el encargado de dar cuerda a nuestro mundo. Cada domingo tiene la misión de venir a este parque, y mientras nos observa se dedica a dar cuerda a nuestro mundo para que podamos llegar a este mismo balcón domingo tras domingo.
Ella se quedó pensativa, mirando al parque, escuchando atentamente aquel sonido.
         El pájaro que da cuerda al mundo. Susurró. Me gusta ese nombre.

A partir de entonces siempre lo llamábamos así. Algún domingo incluso bajamos al parque para intentar encontrarlo, pero nunca lo vimos. Nos gustaba aquel sonido. Escuchar a aquel pájaro significaba que estaríamos allí, al menos, un domingo más. Que alguien cuidaba de nosotros. Que alguien se preocupaba de que la felicidad habitase aquel balcón todos los domingos.

Por eso, el último domingo que estuve en aquel balcón, debí haberme preocupado al no escuchar a aquel maldito pájaro…


Peraltucho

jueves, 17 de octubre de 2013

Durante un minuto

Todo empieza con el folio en blanco y en pensar como coño empezar a rellenarlo y la tenue luz de la bombilla iluminando mi escritorio iluminando el cuaderno que ella me regaló con aquella guitarra y aquel corazón en la portada y aquella tumba en la parte de atrás que prometía que todo iba a cambiar pero al abrirla apenas hay un par de cosas escritas su dedicación y mis torpes intentos de rellenarla con pensamientos alegres cómo pueden ser alegres si el mero hecho de abrirla ya evoca su triste partida y aun así consigo escribir algo de vez en cuando aunque por suerte me sobran sitios donde escribir sobre el escritorio otros dos blocs repletos de pensamientos y una bolsa de papel marrón repleta de frases y versos y una pared llena de notas de gente que es más lista que yo o al menos más elocuente pequeños destellos de lucidez el presente es trivial y yo lo apunto en jodidas notas y desde la pared en tonos rojos blancos y negros siguen caminando sin rumbo fijo los protagonistas de Reservoir Dogs y a su lado los acompaña la triste mirada de Al Pacino y la puerta del armario siempre abierta no consigue encajar y me recuerda extrañamente a mí y miro el montón de ropa sucia y me acuerdo de que mañana tengo que poner sin falta una lavadora y hay un motón de libros sobre la mesilla y una caja repleta de más libros debajo de ella y un paquete de tabaco de liar junto a cerillas papel y bolígrafos hay un montón de bolígrafos y más cuadernos repletos de versos frases pensamientos y suena de fondo el Blood on the Tracks de Dylan y pienso que posiblemente sea el mejor disco que he escuchado nunca pero rápidamente vienen a mi memoria el End Times y el Mentiras Piadosas y me es difícil quedarme solo con uno mientras de reojo miro el móvil con la vana esperanza de que se ilumine su pantalla y un icono verde aparezca en su esquina indicando que te acordaste de mí que pensaste en mí que me echas de menos pero el móvil permanece impasible ante mis esperanzas así que cierro los ojos y pienso en ti en que estarás haciendo ahora y en la calle en el bar de la esquina unos borrachos deciden sacar una guitarra y despertar a medio barrio y consiguen que deje de añorarte por un momento pero solo un breve instante después vuelvo a cerrar los ojos y vuelvo a pensar en ti y me reclino y vuelvo a imaginarte pero esta vez no eres tú y empiezo a recordar a todas las mujeres a las que quise y a las pocas que me quisieron y sus rostros van apareciendo lentamente y me pregunto qué habrá sido de ellas y si en algún momento sabré tan poco de ti como ahora sé de ellas y ese pensamiento me entristece e intento no pensar en nada solo cerrar los ojos y preguntarme si el mundo seguirá en su sitio cuando los abra y el móvil suena y ansioso estiro la mano para ver si te acordaste de mí pero no es así nunca te acuerdas de mí y desilusionado tiro el móvil a la cama y me tumbo y pienso que debería pensar alguien si pudiese meterse en mi cabeza durante tan solo un minuto sin darle tiempo a reaccionar a respirar a tomar aliento solo entrar en mi cabeza y ver lo que yo veo pensar lo que yo pienso y creo que se volverían locos o pensarían que yo estoy loco que no creo que sean cosas tan diferentes y en ese momento decido empezarlo todo con un folio en blanco pero no se me ocurre como coño empezar a rellenarlo…


Peraltucho

jueves, 10 de octubre de 2013

Hotel de los olvidados

No recuerdo como llegué allí. Solo recuerdo estar frente al mostrador de aquel inmenso hotel, cara a cara con quien, supongo, era algo así como el recepcionista de aquel sitio.

-¡Bienvenido!

-Bu… Bu… Buenas –tartamudeé - ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí?

-Se siente usted desconcertado, es normal, todo esto debe ser abrumador para usted. Pero no se preocupe por nada, lo tenemos todo bajo control. Déjeme que vea cual es su habitación.

Antes de que pudiese contestarle aquel recepcionista se había dado la vuelta y había desaparecido por la pequeña puerta que tenía a su espalda, dejándome totalmente solo en aquel amplio recibidor. Me giré e intenté buscar alguna pista que me dijera dónde diablos me encontraba. Pero no encontré ni un triste mapa. Tampoco encontré una ventana por la que poder asomarme. Ni siquiera un reloj que me dijese que hora era. Nada…

-¡Siento haberle hecho esperar, señor! –el recepcionista había vuelto aparecer sin que yo me diese ni cuenta, y traía consigo un enorme libro. Lo abrió y fue deslizando el dedo página tras página hasta que dio con mi nombre. -¡Aquí está! Habitación 24601. Sígame, por favor.

-Debe haber algún error – le dije mientras lo seguía por las escaleras- Yo no he reservado ninguna habitación. ¡Ni siquiera sé donde estoy!

-Está usted en el Hotel de los olvidados, señor.

-¿El Hotel de los olvidados? ¿Qué es esto? ¿Es que he muerto y he llegado a una especie de cielo o algo por el estilo?

- ¿Muerto? No diga tonterías, señor, para que iba a ir un muerto a un Hotel, no tendría sentido. Usted está aquí porque la sociedad ha decidido que merece ser olvidado.

-¿Cuándo ha decidido eso la sociedad? –me imaginaba a todo el mundo (literalmente a todo el mundo) reuniéndose a mis espaldas y decidiendo que era momento de que todo el mundo me olvidase.

- Verá señor, no es algo personal, no es el primero, ni será el último en llegar a este hotel.

-¿Pero por qué me han mandando a mi aquí? No recuerdo haber hecho nada por lo que merezca ser olvidado. Además tengo familia y amigos, seguro que me echan de menos y que me están buscando ahora mismo, no he avisado a nadie de que venía… Básicamente porque no sabía que iba a venir…

-No se preocupe por eso señor, su familia y amigos ya lo han olvidado. Tranquilícese, en su habitación encontrará un panfleto donde viene todo explicado con detalle.

-¡No quiero que un puto panfleto me explique qué cojones hago aquí y porque la sociedad ha decidido que merezco ser olvidado! – grité mientras me plantaba en medio del pasillo que estábamos recorriendo. -¡Quiero respuestas y las quiero ya!

El recepcionista suspiró profundamente y me miró con cara de estar montando un espectáculo totalmente innecesario. Pero estaba muy cabreado y confuso y necesitaba respuestas. Yo creía que era una buena persona. Tenía un trabajo. Tenía una familia. Tenía amigos. No había motivos para que me hicieran aquello.

-Está bien… -el recepcionista terminó resignándose, seguramente pensó que acabaría antes contestando a mis preguntas. – No hay forma fácil de decir esto… Así que voy a decírselo sin rodeos: Usted está aquí porque no tiene corazón.

Instintivamente me agarré el pecho temiendo encontrar un terrible agujero en el lugar donde debería tener el corazón, pero no, todo parecía estar correcto. Miré desconcertado (una vez más) al recepcionista.

- Claro que tengo corazón, estoy vivo. Si no tuviera corazón estaría muerto, y antes hemos acordado que sería absurdo estar aquí si estuviese muerto.

- Cierto, tal vez no haya usado las palabras correctas. No tiene corazón, no en el sentido literal de la palabra, si no en el sentido romántico y clásico. Usted no es apto para amar señor.

-¿Cómo no voy a ser apto para amar?

- Se lo explicaré, a diferencia de lo que la gente cree, a una persona pueden romperle el corazón un número limitado de veces. Pasado ese límite no se le considera apto para el amor. Así que por el bien de la sociedad se le manda a este Hotel, que permítame decirle que es fabuloso, y se hace que el mundo lo olvide.

-Pero yo no creo que haya superado ese límite, ¿Cuál es el número de veces que le pueden romper a uno el corazón?

- El número no importa, el caso es que a usted lo han herido más de lo que cualquier corazón pueda soportar, señor, y por eso lo han mandando aquí. Esto no es un castigo, esto son como unas vacaciones, de por vida, eso sí, pero unas vacaciones al fin y al cabo. Además hay muchos como usted alojados en este Hotel, y podrá hacer amigos, y podrá tener sexo con mujeres, sin corazón, claro. El sexo con mujeres sin corazón es mucho mejor créame, nada de charlas post coito, ni de hablar de vuestros sentimientos, ni de dormir abrazados…

-A mí me gustaba dormir abrazado… -conseguí decir mientras caía al suelo.

-Señor… no se desanime, seguro que hay alguna mujer rarita a la que le guste abrazarle mientras duerme. Tiene que entenderlo, usted ya no puede generar amor, en el pasado si podía, y por eso era útil, pero ahora ha perdido esa capacidad. Le han destrozado el corazón tantas veces que es incapaz de dar, ni de recibir amor. Si volviese al mundo sería una persona triste, gris, desgraciada… Iría por la vida mendigando un poco de amor a sabiendas de que nunca podría conseguirlo. Nadie quiere eso para usted. Este sitio le da una segunda oportunidad. Aquí conocerá a otros como usted, gente que lo entiende y lo comprende, y que le harán compañía hasta el fin de sus días.

Intenté pensar en lo que me decía. Me imaginé viviendo en aquel Hotel. Me imaginé sin tener que preocuparme de trabajar. Me imaginé con tiempo para hacer lo que yo quisiera. Toda una eternidad en el Hotel de los olvidados sin una sola preocupación en la cabeza. Rodeado de gente como yo. Entonces me levanté y salí corriendo. Deshice todo el camino andando mientras el recepcionista me seguía suplicándome que parara. Bajé las escaleras saltando los peldaños de dos en dos, de tres en tres. Llegué a la puerta principal. Agarré el pomo. El recepcionista estaba a mi espalda.

- No crea que no aprecio la oportunidad que me brinda. – le dije- Es un gesto muy noble intentar dar otra opción a la gente que no puede amar. Pero esto no es para mí. No puedo pasar toda mi vida con gente como yo, sinceramente, creo que merezco algo mejor. Además, puede que el mundo haya decidido que por haber sufrido demasiado no tenga la capacidad de amar, que soy un discapacitado emocional, que es mejor apartarme de todo cuanto me rodea… Pero creo que se equivocan… y no voy a darme por vencido.

-Me alegra escuchar eso – dijo mientras sonreía.- Los que os marcháis de aquí sois siempre los más amor termináis dando.


Peraltucho

domingo, 29 de septiembre de 2013

Hoy es domingo...

Tengo una teoría sobre los domingos.
Creo que durante los domingos el pasado y el presente pueden “tocarse”.
Supongo que te habrás dado cuenta que el tiempo parece ir más lento los domingos.
Puedes asomarte a la ventana y saber a ciencia cierta si es domingo o no con el simple hecho de ver a que velocidad se mueven las hojas de los árboles.
Los rayos del sol parecen tardar más en llegar a la tierra durante los domingos.
Todo parece ralentizarse.
Esto se debe a que el presente no está acostumbrado a lidiar con el pasado,
y nosotros tampoco…
Por eso los domingos revivimos esos sentimientos que creíamos olvidados.
Por eso ese halo de nostalgia.
Por eso ese sentimiento de no estar donde realmente deberías.
Por eso los domingos no debes creerte ningún “te echo de menos”,
ningún “ojalá estuvieras aquí”,
Y (sobretodo) ningún “te quiero”.
Pues no serán sinceros,
serán solo ecos del pasado,
tu antiguo yo susurrándote al oído “¿Te acuerdas cuando eras feliz?”

Dicho esto,
hoy es domingo,
 y te echo de menos…

Peraltucho

viernes, 6 de septiembre de 2013

21 gramos

Pido un café con leche mientras espero.
Siempre me toca esperar.
Mi costumbre de llegar siempre un poco antes.
Su costumbre de llegar siempre un poco después.
Abro el sobre del azúcar y vierto su contenido en el café.
Lo remuevo con la cucharilla.
Voy doblando el sobre vacío.
Jugueteando con él.
En letras redondas y negritas pone 8 gr.
Pienso: “Perfecto, solo necesito 2 sobres y medio para endulzar mi alma.”


Peraltucho



martes, 27 de agosto de 2013

A mi dadme inviernos

A mi dadme inviernos.
Donde poder congelar mis sentimientos.
Donde poder esconderme en mis libros.
Donde poder llevar 3 capas de ropa sobre mis emociones.
Donde todo es más fácil enmascarado tras una capucha.

A mi dadme inviernos.
Dadme inviernos de alegrías contenidas,
de tener que luchar por una sonrisa,
de buscar el calor de un cuerpo de mujer,
de valorar los escasos rayos del sol.

A mi dadme inviernos.
Y quedaos con vuestros veranos,
con vuestras playas abarrotadas,
con vuestras sonrisas forzadas,
con vuestras falsas promesas,
con vuestras horas muertas mirando el ventilador.

A mi dadme inviernos.
Inviernos duros, sinceros, fríos y roncos.
Déjenme tranquilo en mi letargo veraniego,
y tengan la amabilidad, si pueden, de avisarme cuando el frío empiece a congelar las manecillas,
cuando se pueda escribir con vaho versos en las ventanas de los autobuses,
cuando lo único que pueda quemarme sea la sonrisa de una mujer enfundada en grueso abrigo,
cuando los insectos se hayan dado por vencidos,
cuando huela a tierra mojada,
cuando el respirar el aire helado de la calle nos haga recordar que el frío ha llegado para ponernos a prueba,
para recordarnos que a pesar de todo, seguimos estando vivos,
y que tal vez,
y solo tal vez,
pueda existir algo más frío que el hueco de mi pecho en este eterno verano.



Peraltucho

domingo, 11 de agosto de 2013

Mi problema con el transporte público

A la gente que cree que el amor es una opción la invitaría a dar una vuelta conmigo en el autobús.
Es difícil no enamorarse viendo como las estudiantes de periodismo bostezan al son del traqueteo matutino del C1 (el autobús que me deja en mi trabajo y que, casualmente, pasa por la puerta de la facultad de Comunicaciones).
He de decir que tal vez yo no sea la persona más objetiva para hablar de este tema.
Admito que tengo un problema.
Soy incapaz de ir en un transporte público sin enamorarme al menos un par de veces de las distintas mujeres que veo allí.
Da igual que sea metro, autobús, tren, tranvía… Lo que sea… ¿Quieres que caiga rendido a tus pies? Solo tienes que procurar que te vea subir al mismo transporte que yo.

El caso es que no puedo evitarlo.
Y mira que intento resistirme…
 Llevo mis casos puestos para aislarme del mundo…
 Llevo mi libro para no mirar a mi alrededor…
Pero es imposible…
Siempre termino levantando la vista y encontrando al (nuevo y momentáneo) amor de mi vida.
Incluso en algunos casos he llegado a bajar el volumen de la música al cero para poder escuchar su voz.
Me imagino sus gustos, su vida, sus virtudes, sus defectos, antes de que lleguen a sus paradas he imaginado toda su vida pasada y nuestro futuro juntos.
Alguna vez he mostrado un poco de coraje y he sacado mi libreta, garabateado algunos versos, algún dibujo, o simplemente un “Espero que tengas un gran día”.
Pero esos mensajes nunca han llegado a sus destinatarias.

Uno de los momentos más tristes de mi rutina matinal es ver como mi amor del día baja en su parada haciendo añicos todo lo imaginado hasta el momento.
Me gusta pensar que cada mañana dejo retazos de mi corazón en ese autobús.
 Por eso, cuando escucho que alguien dice que el amor es solo una opción, no puedo más que compadecerlo y decirle, “Amigo, deberías probar subir alguna mañana al C1”.


Peraltucho


jueves, 18 de julio de 2013

Aunque tú no lo sepas

Hay un libro titulado “Habitaciones separadas” de Luis García Montero que contiene  un poema llamado “Aunque tú no lo sepas”.
Inspirado en este poema, Quique González compuso una canción con el mismo nombre para Enrique Urquijo.
La canción original rezaba de la siguiente manera: “Y mi cama se queda fría cuando te marchas.”
Cuando Urquijo la leyó le dijo a Quique:  ¿Por qué no decimos mejor “Y mi cama se queja fría cuando te marchas”?.
Era un cambio muy sutil.
Solo cambiaba una palabra.
Pero le daba un sentido mucho más profundo a todo el conjunto, consiguiendo que, lo que apenas era una frase de relleno, se convirtiera en el eje central de la canción.
Así era el puto Enrique Urquijo.
Pura genialidad.

Peraltucho

sábado, 1 de junio de 2013

Idealizando corazones

Sueño que no te has ido.
Que me levanto y todavía sigues a mi lado.
Que nos besamos y me dejas seguir contando los lunares de tu espalda.
Que seguimos recitándonos versos.
Que seguimos discutiendo sobre Cortázar, tú fiel defensora y yo fiel detractor, entre risas.
Y con tu mirada. Sueño con tu tímida mirada. Con tus preciosos ojos marrones.
Con tus carnosos labios.
Y que caminamos bajo la lluvia.
Y que seguimos queriéndonos.
Y que todo lo demás importa bien poco.

Pero despierto, y me invade el angustioso pensamiento de que falta algo en mi interior.
Que no debería haberte dejado marchar tan fácilmente.
Que debería haber luchado más por ti. 
Pero voy recordando.
Recordando que no nos quisimos tanto (no nos diste opción a ello).
Recordando que no tenías lunares en tu espalda.
Recordando lo mucho que odio a Cortázar.
Recordando tu mirada (la cual es cierto que no puedo olvidar).
Y, sobre todo, recordando que yo nunca salgo a la calle cuando llueve…



Peraltucho

martes, 7 de mayo de 2013

Formas de matar el tiempo


Tenía ese halo especial que hacía que, sin ser la más guapa del lugar, atrajera multitud de miradas de deseo.
Tenía, también, una de esas sonrisas que no eran fáciles de ver, y que no sacaba a relucir muy a menudo, pero que cuando hacía uso de ella dejaba a su paso una retahíla de corazones rotos.
Pensaba que “The Creedence” era el mejor grupo de todos los tiempos.
Llevaba siempre en el bolso un ejemplar de “El jardín extranjero”, y lo releía en todas las paradas de autobús en las que se sentaba.
Vivía ajena a las noticias del mundo, sin leer ni un solo periódico, ni ver un solo telediario, sabía que el mundo seguiría avanzando a pesar de ella.
Por ello, no era capaz de mantener una conversación “normal” como lo haría el resto del mundo, sin embargo, era capaz de recitarte “Las flores del mal”, de Baudelaire, mientras mordía la aceituna de un Martini.

Era, en resumen, una de esas mujeres que, cuando lo deseaban, conseguía que la vieses moverse a cámara lenta, haciéndote pensar que nunca conocerás a una mujer mejor que ella. No en vano, ese era su “don”.
Era lo que realmente la hacía especial.
Tenía el poder de ralentizar el tiempo a su antojo.
Es por eso por lo que le gustaban los días lluviosos. Le encantaba salir a la calle y ralentizar el tiempo, disfrutaba viendo como las perfectas gotas de agua iban cayendo a cámara lenta.
Le gustaba, también, ir a un pequeño descampado que había cerca de su piso y donde crecían pequeñas mariposas amarillas. Le encantaba correr mientras las mariposas batían sus pequeñas alas lentamente a su alrededor.
Ralentizaba el primer sorbo de café del día, disfrutaba de su aroma y de su sabor durante horas.
Ralentizaba los 5 minutos previos a que el despertador la levantase, por eso era la única que iba descansada y de buen humor todos los días a trabajar.
Ralentizaba los besos,
los orgasmos,
las puestas de sol.
Disfrutaba, en definitiva, de todos los pequeños regalos de la vida, de una manera y durante un tiempo que los demás no podríamos siquiera imaginar.

De esta manera, la primera vez que lo vio y sus miradas se cruzaron, lo que para el resto de mortales fueron solo unos segundos, para ella fueron días enteros perdiéndose en sus ojos. Debido a que su poder le permitía sentir las cosas de manera mucho más intensa que los demás, de que amaba con más fuerza y más lentamente que nadie, no es de extrañar, que cuando él la dejó, lo único que ella pudiese hacer es ver como
él
desaparecía
de
su
vida
a
cámara
lenta.

Peraltucho

domingo, 21 de abril de 2013

Marta, Te amo


A dos calles de mi piso hay una pintada que reza: “Marta Te amo”. Esta escrito con spray en la acera. Justo debajo de un pequeño bloque de pisos. Cada vez que paso me gusta imaginar que en un arrebato amoroso, el amante de Marta decidió declarar públicamente que sus sentimientos, sin saber, que desde entonces la estaría condenando a una dulce rutina.

Imagino a Marta levantándose y desperezándose en la cama. Con el pelo revuelto y los ojos todavía hinchados marcha dando tumbos hasta la cocina y prepara café. Mientras marea el café con la cucharilla, su móvil se ilumina con un mensaje: “Asómate a la ventana”. Ella, todavía dando vueltas al café, se asoma y contempla la pintada y a su amado junto a ella con una sonrisa de oreja a oreja y, quizás, una rosa en la mano. Desde entonces, todas las mañanas, Marta prepara su café y se lo toma en la ventana, contemplando su declaración de amor y siendo plenamente consciente de que es amada incondicionalmente.

Puede que Marta ya no viva en ese bloque. Puede que no haya vivido nunca allí. Puede que Marta ya no sea amada (al menos por el autor de la pintada). Pueden haber ocurrido muchas cosas desde que alguien decidió dejar por escrito aquello. Pero lo único cierto, es que cada vez que paso por allí, no puedo evitar levantar la mirada esperando encontrar a Marta sonriendo, plenamente enamorada, mientras sujeta un café con ambas manos.


Peraltucho

lunes, 1 de abril de 2013

De espaldas a la realidad


Apareció como por arte de magia. Intentó buscar una explicación racional, pero no consiguió encontrarla. En la foto se podía ver el rostro de una bella muchacha. La miró durante horas esperando encontrar alguna respuesta, pero no fue así. La miraba a todas horas. Le gustaba inventarse su nombre, su pasado, su futuro juntos… Empezó a enamorarse de la idea que tenía de ella y empezó también a obsesionarse con encontrarla. Vagaba por las calles comparando la foto con el rostro de todas las mujeres con las que se cruzaba. Recorría bares buscando a la chica, pero nunca la encontraba, y terminaba ahogando penas en alcohol. Pero sucedió que sin querer se topó con otra muchacha en su búsqueda, una de verdad. Y poco a poco fue olvidando a la mujer de la foto y fue enamorándose de la verdadera. Fue creando recuerdos reales, y fue experimentando sentimientos mucho más intensos que los que había imaginado con la muchacha de la foto. Y  un día decidió que era hora de pasar página totalmente y deshacerse de la foto para siempre, pero no pudo… Pues al volver a contemplar la foto resultó que el rostro que aparecía, no era otro que el de su amada.

Peraltucho

sábado, 16 de marzo de 2013

Beginners II


La mitad de las personas piensan que todo saldrá mal, la otra mitad cree en la magia.
Hay una guerra entre ellos.
Magos contra abogados.
Dragones contra aviones.
Princesas contra prostitutas.
Príncipes contra mendigos.
Dioses contra bancos.
Corazón contra cabeza.

Peraltucho

sábado, 2 de marzo de 2013

Luz de ciudades en llamas


La cuidad arde a nuestro alrededor.
Estamos cerca de estar muertos, o eso creemos.
No nos importa si queda algo vivo en kilómetros.
¿Quién sabe cómo coño empezó?
¿A quién cojones le importa?
Solo quedamos ella y yo.
De pie.
Uno frente al otro.
Ella se abraza a mí y llora.
Imagino nuestra silueta en la azotea de un edificio mientras la ciudad se consume por las llamas.
Siempre me resultó más fácil imaginar momentos perfectos que vivirlos.
Beso cariñosamente su frente.
La miro a los ojos mientras le acaricio suavemente el pelo.
Le digo mi mentira favorita: “Todo irá bien”.
Nos besamos.
La cuidad arde a nuestro alrededor.

Peraltucho.

viernes, 1 de febrero de 2013

Vacíos


Nos empeñamos en idealizarnos.
Imaginarnos perfectos en un mundo imperfecto.
Te enamoraste de mis momentos lúcidos en el papel, y yo estaba cansado de la soledad.
No te voy a mentir, no fuiste una más, pero tampoco el amor de mi vida.
La primera noche que pasaste a mi lado viste la herida de mi pecho y te empañaste en curarla.
Tan solo un vendaje temporal en una herida permanente, y aun así nos dejamos engañar creyendo que sería suficiente.
Deberíamos haber sabido que con un agujero en el pecho no hay opciones de finales felices.

Peraltucho

miércoles, 16 de enero de 2013

De rubias y recuerdos


Conocí una vez a una chica de cabellos dorados y con una sonrisa que volvía maravilloso cualquier día gris. La perseguí durante días mientras jugamos al despiste, hasta que por azar nuestros labios se juntaron. Pero la fortuna quiso que mi sino no fuera quedarme a su lado, y tuve que partir hacia otro lugar, más frío, más gris, más solitario. Desde la distancia me prestó todo su apoyo, y ahora confieso que sin ella seguramente me hubiese derrumbado hace ya tiempo, y mi aventura habría terminado hace ya tiempo de trágica forma. Aprendí mucho de ella, pues quiso abrirme su alma. Me contó cómo habían maltratado a su corazón y como poco a poco había perdido la confianza en los hombres. Me contó lo sola que se sentía. Me advirtió que no tenía sitio para nadie en su pecho, y yo, iluso de mi, desoí sus historias creyendo que de algún modo podría coser sus heridas, podría devolverle su fe en el amor. El caso es que lo intenté por todo los medios, aposté todo lo que tenía y lo perdí. Creí que con mis palabras podría hacer su mundo un poco menos gris. Quise ser para ella una luz en el camino, un sueño que recordar, un príncipe azul,  pero termine siendo un faro roto, una pesadilla que olvidar, un príncipe en harapos. Ahora paso las tardes añorando sus palabras, viendo como a mis días grises les faltan sus luminosas sonrisas. Esperando el día en que ella quiera darle una oportunidad a sus sentimientos, esperando que quiera volver a sentirse vulnerable, que espere con ilusión a que se encienda su móvil con el nombre de alguien a quien desee, que sienta de nuevo esos dolores de tripas al verlo pasar, que le dé una oportunidad a ese príncipe en harapos, a ese poeta de pacotilla, a ese que sueña cada noche con su presencia, al que en las frías noches de invierno le escribe estas palabras.

Peraltucho

jueves, 3 de enero de 2013

Cosas que hacen que la vida valga la pena

Propósito de año nuevo: Ser feliz.


Me gusta usar la carta del rey de copas de marcapáginas.
Me gusta el “click” que hace la palanca del intermitente cuando vuelve a su sitio después de enderezar el volante.
Me gusta cuando me acerco a saludar alguna mujer y su pelo huele a recién lavado.
Me gusta tener una caja de cerillas en el bolsillo de mi chaqueta.
Me gusta bajarme del autobús varias paradas antes y llegar a mi destino andando.
Me gusta la sensación que se siente cuando escuchas por primera vez una canción que te gusta.
Me gusta quedarme en casa los días que llueve.
Me gusta cuando vas a una sesión temprana del cine y estas solo en la sala.
Me gusta cuando el barman me reconoce y me tiene lista una cerveza sin tener siquiera que pedirla.
Me gusta cuando sales a la calle y huele a tierra mojada.
Me gusta sonreír a las dependientas de los sitios de comida rápida, nunca se lo esperan y suelen tratarte mejor de lo que te mereces.
Me gusta cuando vuelvo a escuchar aquella canción que me gustaba tanto y que creía olvidada.
Me gusta escribir en “posit” fragmentos de canciones, diálogos de películas, o frases de libros y luego pegarlos en la pared.
Me gusta subir de noche a la azotea de mi edificio y tomar una cerveza.
Me gusta escribir cuando viajo en tren.
Me gusta tumbarme en la cama y mirar el techo mientras suena un vinilo de fondo.
Me gusta el agua después del café.
Me gusta andar por la calle con los cascos puestos.
Me gusta ir al río a leer.
Me gustan las miradas furtivas.
Me gustan los enamoramientos de 5 minutos en el metro.

Peraltucho


Pd. La lista sigue abierta y a la espera de más motivos para sonreír.