martes, 27 de agosto de 2013

A mi dadme inviernos

A mi dadme inviernos.
Donde poder congelar mis sentimientos.
Donde poder esconderme en mis libros.
Donde poder llevar 3 capas de ropa sobre mis emociones.
Donde todo es más fácil enmascarado tras una capucha.

A mi dadme inviernos.
Dadme inviernos de alegrías contenidas,
de tener que luchar por una sonrisa,
de buscar el calor de un cuerpo de mujer,
de valorar los escasos rayos del sol.

A mi dadme inviernos.
Y quedaos con vuestros veranos,
con vuestras playas abarrotadas,
con vuestras sonrisas forzadas,
con vuestras falsas promesas,
con vuestras horas muertas mirando el ventilador.

A mi dadme inviernos.
Inviernos duros, sinceros, fríos y roncos.
Déjenme tranquilo en mi letargo veraniego,
y tengan la amabilidad, si pueden, de avisarme cuando el frío empiece a congelar las manecillas,
cuando se pueda escribir con vaho versos en las ventanas de los autobuses,
cuando lo único que pueda quemarme sea la sonrisa de una mujer enfundada en grueso abrigo,
cuando los insectos se hayan dado por vencidos,
cuando huela a tierra mojada,
cuando el respirar el aire helado de la calle nos haga recordar que el frío ha llegado para ponernos a prueba,
para recordarnos que a pesar de todo, seguimos estando vivos,
y que tal vez,
y solo tal vez,
pueda existir algo más frío que el hueco de mi pecho en este eterno verano.



Peraltucho

domingo, 11 de agosto de 2013

Mi problema con el transporte público

A la gente que cree que el amor es una opción la invitaría a dar una vuelta conmigo en el autobús.
Es difícil no enamorarse viendo como las estudiantes de periodismo bostezan al son del traqueteo matutino del C1 (el autobús que me deja en mi trabajo y que, casualmente, pasa por la puerta de la facultad de Comunicaciones).
He de decir que tal vez yo no sea la persona más objetiva para hablar de este tema.
Admito que tengo un problema.
Soy incapaz de ir en un transporte público sin enamorarme al menos un par de veces de las distintas mujeres que veo allí.
Da igual que sea metro, autobús, tren, tranvía… Lo que sea… ¿Quieres que caiga rendido a tus pies? Solo tienes que procurar que te vea subir al mismo transporte que yo.

El caso es que no puedo evitarlo.
Y mira que intento resistirme…
 Llevo mis casos puestos para aislarme del mundo…
 Llevo mi libro para no mirar a mi alrededor…
Pero es imposible…
Siempre termino levantando la vista y encontrando al (nuevo y momentáneo) amor de mi vida.
Incluso en algunos casos he llegado a bajar el volumen de la música al cero para poder escuchar su voz.
Me imagino sus gustos, su vida, sus virtudes, sus defectos, antes de que lleguen a sus paradas he imaginado toda su vida pasada y nuestro futuro juntos.
Alguna vez he mostrado un poco de coraje y he sacado mi libreta, garabateado algunos versos, algún dibujo, o simplemente un “Espero que tengas un gran día”.
Pero esos mensajes nunca han llegado a sus destinatarias.

Uno de los momentos más tristes de mi rutina matinal es ver como mi amor del día baja en su parada haciendo añicos todo lo imaginado hasta el momento.
Me gusta pensar que cada mañana dejo retazos de mi corazón en ese autobús.
 Por eso, cuando escucho que alguien dice que el amor es solo una opción, no puedo más que compadecerlo y decirle, “Amigo, deberías probar subir alguna mañana al C1”.


Peraltucho