martes, 14 de diciembre de 2010

Tres versiones

De toda historia hay tres versiones, la tuya, la mía y la verdad...

Su historia (De él)

El sol brillaba. Yo me dirigía a su casa mientras silbaba una canción de Charlie Parker. Hacía un par de días que no la veía. Iba a llamarla para decirle que me dirigía a su casa, pero preferí darle una sorpresa. Al llegar a su jardín los aspersores se pusieron en marcha. Me puse la cazadora en la cabeza y lo pasé corriendo. Llamé a su puerta empapado. Me abrió la puerta enseguida. Me dispuse a besarla, pero ella me giró la cara. Miró al suelo y me soltó un discurso sobre las razones de porque no me quería y de porque ya no nos íbamos a ver más. Acto seguido cerró la puerta y sin darme la opción a decir palabra.


Su historia (De ella)

Estaba lloviendo. Escuchaba en mi cuarto a Leonard Cohen cuando llamaron al timbre. Estaba sola en casa y no tenía ganas de hablar con nadie, así que espere que se fueran. Siguieron llamando. A la cuarta vez que sonó el timbre bajé. Miré por la mirilla y lo vi. Llevaba un par de días evitándolo. Abrí la puerta. Estaba empapado. Sonreía. No podía seguir con esta falsa. Lo nuestro llevaba tiempo a la deriva y no creía que alargar la situación fuera hacernos bien a ninguno. Le explique que era un tipo maravilloso. Que no quería perderlo de mi vida. Pero que no podíamos seguir juntos. Él se echó a llorar. Intente abrazarlo para consolarlo, pero se puso hecho una furia y se largó dando voces.


La verdad

Él va a buscarla a ella. Ella corta con él en el porche de su casa. El cielo estaba nublado.


Peraltucho

viernes, 8 de octubre de 2010

Dios

Cualquiera que haya pasado 20 minutos conmigo sabe que no creo que en Dios. Respeto a los que creen en él. No respeto a los que creen en la iglesia. Me cabrean los que se declaran agnósticos. El hecho de declararse agnóstico implica que no has dedicado diez minutos de tu vida en pensar en una de las mayores dudas existenciales. Todo el mundo se ha planteado alguna vez si existe Dios.

De chico no creía en Dios simplemente porque me educaron para no creer. Me habían dicho quera una patochada creer que un ser supremo al que nadie ha visto y al que sólo los locos han escuchado dirigiese nuestras vidas y hubiese creado nuestro mundo. Conforme fui madurando me di cuenta de que de verdad creía en lo que me habían dicho de pequeño. Más me costó darme cuenta de que no era motivo de vergüenza expresar abiertamente que no creo en Dios. Aunque si era motivo de enfado, no por mi parte, si no por los grandes defensores de la iglesia. Les cabrea que piense que soy una persona con fe pero sin religión, creen que una cosa depende de la otra. Les aterra la gente como yo.

Otra cosa diferente son las personas que de verdad creen en Dios. En cualquier Dios. El caso es que esa gente si entiende mi forma de pensar. Respetan que yo no crea en un ser supremo siempre y cuando lleve una vida “respetable”. No creo en Dios, y la verdad es que no me preocupa estar equivocado. Creo que llevo una buena vida, intento ser una buena persona e intento ser fiel a mis principios, y en el caso de que esté equivocado y Dios si exista, seguro que tiene guardado un sitio en el cielo para mí… jeje. Aunque si el cielo es como anuncia la iglesia, creo que tengo que simpatizar con aquel que dijo “Prefiero el cielo por el clima, el infierno por la compañía”.

De todas formas creo que si Dios existiese no debe ser un ser tan poderoso como algunos piensan, de lo contrario no permitiría que viviésemos en un mundo como el que vivimos… un mundo de mierda… Joder… se ha ido la luz… creo q es Dios mandándome una señal jeje. Por suerte la luz viene al momento. En la habitación de al lado se enciende la radio despertador. Siempre que se va la luz se enciende… Me levanto apagarlo. Conforme voy llegando voy escuchando la radio. Son las noticias. Escucho al comentarista decir que un hombre ha matado a palos a su mujer. Apago la radio. Permanezco unos segundos en silencio. Miro hacia arriba y no puedo evitar pensar “Me cago en Dios”.

Peraltucho

viernes, 9 de julio de 2010

Princesas

Hablas con cualquier mujer y te habla del amor, de lo mucho que le gustaría encontrar a un tío que la tratase bien, que la quisiera, que la comprendiese. Te hablan de igualdad entre sexos, de que odian a los gallitos, que quieren respeto. Pero miras a tu alrededor y las ves del brazo de gilipollas cuyo único merito en la vida ha sido gastarse el dinero de papá en un cochazo. Ves a soplapollas machacándose en el gimnasio, con sus nombres tatuados en árabe, en chino o en élfico. Tipos tan inútiles que lo más cerca que han estado de un libro es cuando se pajean mirando la portada del Interviu. Tíos que os tratan como basura, que os engañan, a los que perdonáis porque no sabéis estar solas. Y aun a sabiendas de todo esto, habiendo pensado y dicho todo lo anterior, seguís perdiéndoos el culo por ellos, seguís besando el suelo que pisan, seguís siendo unas zorras. Fíjate, toda una generación de cenicientas y ni un puto zapato a la vista.

Peraltucho

jueves, 1 de julio de 2010

Mi problema con el mundo

Supongo que, en general, no me gusta la gente tanto como al resto de vosotros. No es que me moleste su presencia, me encanta andar por la ciudad con los cascos puestos, es de las pocas cosas que me relajan y me calman de verdad. Pero el contacto humano es diferente. No se me da muy bien entablar nuevas relaciones, y me cuesta mantener las que tengo. Es raro, porque no es algo que me pase siempre, hay ocasiones en las que paso por un tipo normal, sociable incluso. Esos son mis días “buenos”. Sin embargo, no todos los días son así. Hay días que me cuesta horrores poder mantener una conversación con cualquiera. En esos momentos me es imposible siquiera mirar fijamente a la persona con la que hablo. Un pinchazo en mi cabeza me hace desear mandar todo a la mierda y caminar sin rumbo con mis cascos perdiéndome entre la multitud. Antes conseguía controlarme, y no se me notaba mucho, pero últimamente creo que la cosa va a peor. Me cuesta muchísimo escuchar a la gente. Prestar atención a la que dicen. Que me interese lo más mínimo lo que me cuenten. Sólo veo sus labios moverse, un dolor de cabeza nubla mi mente y sólo puedo pensar en que se callen. En que cierren la boca y les cuenten sus problemas a otros. Supongo que esto es causado en parte por mi “querida” migraña crónica. Aunque también puede ser que poco a poco me este haciendo mayor y cada vez necesite menos aparentar que me interesa todo a mi alrededor. Aunque para ser honestos, tampoco es algo que me pase con toda la gente que conozco, aunque sí con la mayoría. Y no significa tampoco que no quiera estar con ellos, al revés, deberían apreciar el inmenso empeño en que pongo por escucharlos sin mandarlos a tomar por culo. Algunos pueden pensar que escribo esto como un comunicado de odio a la humanidad. Puede que en parte tengan razón, pero creo, que lo que intentaba decir hoy, es que no creo que sea alguien fácil. De hecho puedo llegar a ser bastante complicado. Pero intento no rendirme. Intento sobrellevar mi problema con el mundo. Así que por favor, no os deis por vencidos conmigo.

Peraltucho

martes, 1 de junio de 2010

Recuerdos

Es curioso, siempre he creído saber cual es mi primer recuerdo, y por tanto asumí que a los demás les pasaría lo mismo, pero recientemente me he dado cuenta de que soy de los pocos afortunados que lo recuerdan con certeza. Aunque pocas veces lo he comentado, siempre me ha parecido importante que una persona supiese cual es su primer recuerdo, cuándo y cómo empieza su vida… Porque al fin y al cabo es ahí donde uno comienza a vivir, donde uno empieza a guardar instantes, y donde uno empieza a convertirse en lo que es en la actualidad.

Mi primer recuerdo es en Las Cabezas, viví allí hasta los dos años y medio más o menos, así que supongo que rondaría los dos años en ese momento. Mi casa estaba en una zona peatonal, con casas pequeñitas a ambos lados de la calle. Al terminar la calle no había nada más construido y sólo había malas hierbas creciendo a su antojo. El caso es que recuerdo que era el momento justo en el que anochecía, cuando todo parece gris, cuando el sol se ha puesto pero todavía se resiste apagarse del todo. Yo corría detrás de un niño. Iba siguiéndolo, dando tumbos por la calle, hasta que entramos en una casa. No recuerdo quien era el niño, ni si era mi casa, o la de algún vecino. Pero la puerta estaba abierta, y el niño había entrado y yo lo seguí. Recuerdo que la casa era muy oscura. Había unas escaleras a la izquierda, la única luz provenía de una lámpara de pie de madera. Seguramente no fuera así pero en mi cabeza la habitación parecía tener un extraño tono naranja. Yo seguía parado en mitad del salón, del niño no había ni rastro. Me paraba a mirar todo lo que había alrededor. De buenas a primeras me doy cuenta de que hay una señora mayor sentada en una mecedora al lado de la lámpara. Llevaba un vestido negro. La mecedora estaba orientada hacia la puerta, de espaldas a un televisor apagado. Me quedé mirándola fijamente, ella no dijo nada, no hizo ningún gesto, simplemente me miraba. Lo que más recuerdo es que sus ojos eran como dos pequeñas canicas negras. Creo que si la situación se repitiese ahora posiblemente estaría con los bellos de punta, cagado de miedo, pero supongo que a esa edad todavía no me había dado cuenta de lo que era el miedo… feliz ignorancia… Lo que pasó a continuación lo recuerdo de manera turbia, confusa, pero recuerdo que entró en la habitación de nuevo el niño, me hizo un gesto, y volví a salir corriendo detrás suyo. A travesamos un pequeño pasillo y terminamos en una cocina. Lo último que llego a recordar son los blancos fluorescentes que la iluminaban.

Como veréis no es una gran historia, tampoco he dicho que lo fuera… Alguna vez he hablado de ello con mi madre, le conté exactamente lo que vi, y me dijo que la casa que describía era la casa donde nosotros vivíamos, pero jamás había vivido allí una mujer mayor. Así que supongo que la casa sería de unos vecinos, o quizás algún familiar nuestro se quedase durante unos días en casa. En ese caso lo que acabo de contaros sería el principio de mi vida, el momento donde puse el contador a uno, el momento en el que me empecé a convertir en lo que soy. Pero también puede ser que mi primer recuerdo sea una farsa, un cúmulo de pensamientos extraídos de historias, de fotos, de videos, etc…, que fuese el recuerdo de un recuerdo… A priori puede parecer que si ese fuese el caso, toda mi vida habría empezado a labrarse sobre una mentira, pero no es así como yo lo veo. Me explico, en primer lugar dudo que sea un falso recuerdo, pero en el caso de que lo fuera, lo que os acabo de contar no sería la mentira con la que empecé mi vida, sería más bien la primera historia que inventé en mi vida, aunque fuese en mi subconsciente, y el hecho de empezar mi vida creando historias, es algo que me hace sentir bastante bien.

Peraltucho

jueves, 20 de mayo de 2010

Asuntos pendientes

Antes de abrir los ojos ya sé que no estás. Puedo escuchar el leve quejido del frio hueco que dejaste en el colchón. Me levanto. Dando tumbos te busco por el piso. El olor a café recién hecho juega con mis esperanzas, pero abro la puerta de la cocina y nada…. Sólo la taza aun caliente, con una marca burlona de carmín en el borde. Rendido, vuelvo a la cama y me dejo caer contra tu lado de la cama. Es entonces cuando me percato del sabor a sal de la almohada y te imagino limpiándote las lágrimas con ella mientras huyes de mi lado. Vuelvo a levantarme. Vuelvo a entrar en la cocina. Vuelvo a ver tu taza. Ya no se me antoja tan burlona la marca de carmín…

Peraltucho

miércoles, 12 de mayo de 2010

Mis musas

Llevo meses buscándolas entre las páginas de Bukowski, de Hemingway, de Saramago... Paso las noches escuchando a Cohen, a Dylan o Davis con la esperanza de encontrarlas entre sus notas. Es frustrante tener que ver mi cara reflejada en el cristal del ascensor esperando a que en alguno de los 5 pisos por los que tiene que pasar se cuelen para susurrarme algo al oído. Contrasta la ilusión que desprenden las pulcras hojas de papel en la mesa esperando a ser rellenadas con el montón de bolas arrugadas que lloran en la papelera.

Ellas que estaban allí para recoger los trozos rotos de mi corazón, que me arropaban las duras y solitarias noches de invierno, que me secaban el alma los días lluviosos, que me escuchaban cuando quería gritarle al mundo, que me obligaban a levantarme cuando caía, que guiaban mi mano para plasmar lo que sentía en un papel, que sabían siempre como iba a terminar cada una de mis frases…

En parte es culpa mía, pues alardeaba de que el día en que todo fuera bien no las necesitaría, que me bastaría con vivir el día a día sin tener que pararme a plasmar lo que siento…
Iluso…
Iluso por pensar que no llegaría el día en el que todo fuera bien.
Iluso por pensar que habiendo probado el néctar de sus labios y oído sus dulces voces podría seguir viviendo como si nada hubiese pasado.

Y las imagino entre la multitud de las calles, observándome mientras camino con mis cascos haciendo caso omiso a la realidad. Me las imagino al final de las barras de los bares, borrachas, susurrando poesía en oídos ajenos. Me las imagino en playas desiertas, llorando, pensando que ya no las necesito. Y yo, que sólo quiero encontrarlas, que sólo quiero decirles que las echo de menos, que no quiero vivir sin ellas, que no quiero hablar sólo de la tristeza, que me gustaría poder hablar del amor y no sólo del desamor, que me gustaría que me acompañaran en los buenos momentos, no sólo en los malos. ..

Pero el ascensor llega a la quinta planta, se abren las puertas, y en cristal sólo queda mi triste reflejo y escrito con vaho las palabras “Ojalá volváis pronto”.

Peraltucho

viernes, 12 de febrero de 2010

Partiendo de cero

Llegará un día en el que decida partir dejándolo todo atrás. Sin despedidas, sin rumbo fijo. Viajaré por tierra, mar y aire. Veré lugares con los que sólo he soñado. Tiraré piedras con Sísifo desde alguna montaña. Tocaré mi armónica en Hamelín junto algún flautista local y daremos de comer a las gatas a las que les hayan cerrado los balcones los ratones que osaron seguirnos. En lo alto de algún faro encontraré a una mujer que mientras mira el mar me dirá que se llama Penélope, y con los ojos heridos por el salitre me contará que lo más difícil en el amor es cuando toca esperar. Beberé vino barato en alguna esquina con Bukowski, que intentará convencerme de que sólo te puedes fiar del sufrimiento en esta vida. Junto a Peter confundiré a las luciérnagas con hadas. En algún bar de mala muerte conoceré a una tal Casandra, que me dirá que algún día seré feliz y encontraré el amor, pero no la creeré. Jugaré a las cartas con Alicia, y perderé cuando decida apostarlo todo a la reina de corazones. Con Julio contaré hermosas historias de lo que nunca ocurrió. Y algún día decidiré que habrá terminado mi viaje, y que estaré listo para volver. Haré la maleta dispuesto a partir de nuevo hacia el hogar, y justo antes de salir me miraré al espejo, y me daré cuenta de que ya no soy el mismo. Paralizado me acordaré de ti, y acto seguido comprenderé que mi viaje no ha terminado. Que nunca terminará. Pues tendré miedo de que no me reconozcas. Tendré miedo de que no te guste en quién me haya convertido. Tendré miedo de que nunca me perdones el no haberme despedido de ti. Tendré miedo de que nunca me perdones el no haberte llevado conmigo.

Será entonces cuando despertaré. Te veré a mi lado, observándome en silencio. Me preguntarás que historia era esa que contaba. Yo te diré no me hicieses caso, que sólo hablaba en sueños. Tú me besarás y me susurras al oído: “Sigue soñando para mí”.

Peraltucho

jueves, 14 de enero de 2010

No es ella

Me despierto y la veo a mi lado, todavía duerme. Me levanto lentamente, intentando no hacer mucho ruido. Voy a la cocina y me pongo a preparar algo para desayunar. Mientras empiezo a recordar cómo empezó la noche. Recuerdo que me dio un vuelco el corazón al verla. Hacía mucho que no la veía. Seguía estando igual de radiante. El destino quiso que nos sentásemos uno al lado del otro durante la cena. Tardamos poco en ponernos al día. Volvimos a conectar enseguida. Era difícil no sonreír mientras te miraba. Me encantaba la forma en que se sonrojaba cuando me oía exponer mis teorías “políticamente incorrectas”. Las horas pasaron como si fueran minutos. Comimos, bebimos, incluso bailamos, no puedo evitar reírme al recordar como ella intentaba que me moviese al son de la música, y como al final me tuvo que sacar a rastras de la pista cuando me puse a bailar imitando a un pollo.

Recuerdo que cuando salimos estaba diluviando y no teníamos paraguas. Usé mi cazadora para resguardarnos de la lluvia, nos quedamos mirándonos a los ojos, acercando lentamente nuestros labios. En ese momento, me dijo, “He de volver a mi piso, mi novio me espera” y desapareció entre las gotas de agua. Recuerdo escuchar claramente como mi alma se rompía a pedazos. Recuerdo quedarme inmóvil bajo la lluvia durante lo que me parecieron horas.

Volví a entrar al garito dispuesto a beberme todo el alcohol que hubiese. Al pedir me doy cuenta de que una morena me sonríe. A los veinte minutos vamos camino de su piso. En el trayecto le digo todo lo que quiere oír. Le digo que no hay nadie más guapa que ella, pero es mentira. Le digo que no preferiría estar con ninguna otra mujer en este momento, pero es mentira. Le digo que al día siguiente la volveré a llamar, pero es mentira. La beso, y le digo que la quiero, pero es mentira. Pues ella no es para mí más que un placebo, no es más que la metadona que me ayuda a seguir adelante mientras veo como otro se lleva mi heroína, pues no es ella con quien quiero bailar este baile, no es ella con quien quiero despertar al día siguiente, pero es con quien despierto.

Todas estas ideas danzan en mi cabeza mientras le preparo el desayuno. Zumo, café, tostadas, galletas, cereales y fruta. Cojo mi chaqueta y me voy sin hacer ruido. De camino a mi piso me la imagino desayunando, preguntándose dónde estoy, cuánto tardaré en volver, pensando en llamarme al número falso que le di mientras se limpia la boca con la servilleta que le dejé, arrugándola y tirándola a la basura sin darse cuenta que en ella dejé escrito “Ojalá fueras ella”.

Peraltucho