lunes, 11 de mayo de 2009

Yo lo llamo amor

A menudo me gusta comparar el amor con un combate de boxeo. Una batalla por mantenerse en pie. Una prueba de resistencia para ver cuantos golpes aguantas antes de caer el suelo, y una vez allí, otra batallar por volver a ponerte en pie. Cada vez que conoces a una nueva persona es un nuevo asalto, algunos duran más que otros, pero en todos hay adrenalina, sudor, heridas, sangre... En todos el corazón palpita con tanta fuerza que parece que saldrá disparado en cualquier momento. En todos se experimenta una enorme sensación de euforia. En todos hay siempre un vencedor y un vencido.

La cosa funciona siempre de la misma manera. Conoces a una muchacha, suena la campana, el combate comienza. Pasas tiempo con ella, primer intercambio de puños, al principio es divertido, estimulante. La cosa empieza a ponerse seria, se pasa a mayores, cada vez los derechazos son más fuertes, cada vez el combate es más interesante, puede incluso llegar a provocar heridas. Al final uno de los dos se cansa de la situación mientras que la otra persona decide que quiere seguir delante, que siente algo especial por el otro, uno de los contrincantes se quita los guantes, decide que no quiere seguir luchando, le tiende la mano en señal de tregua, el otro responde con un golpe de derechas, k.o.

Salgo a la calle a tomar un poco el aire, me pongo mis cascos, escuchando música llego al piso de un amigo. Nos dedicamos arreglar el mundo mientras bebemos un litro de cerveza bien frío. Al rato aparece la novia, se besan, se abrazan, se miran a los ojos de una forma en la que yo nunca he mirado a nadie, ni nadie me ha mirado así. Me doy cuenta de que eso se parece bien poco a un combate de boxeo... es totalmente diferente... es como una melodía de música clásica... es lo contrario a una lucha... es amor...

Termino el litro de un trago, me levanto y voy directo a la puerta del piso con intención de irme. Cuando ya estoy con la puerta abierta me llaman, me preguntan "¿Dónde vas?". Me detengo. Miro al suelo.Cierro los ojos. Sonrío.Contesto: "A que me partan la cara de nuevo".

Peraltucho

Resaca

La luz se cuela por una rendija de la persiana despertándome. Aun con los ojos cerrados molesta de tal forma que me obliga a girar el cuerpo para evitar que me de directamente en la cara. Intento conciliar el sueño de nuevo, pero no soy capaz. Noto la boca pastosa y empiezo a plantearme la opción de levantarme a por un vaso de agua. En cuanto intento incorporarme una punzada de dolor en la cabeza me dice q todavía no estoy listo para levantarme. Vuelvo a tumbarme. Intento recordar como fue la noche. Empiezo por como llegue a casa. Poco a poco voy reviviendo todo los momentos de la noche. Algunos hacen que involuntariamente sonría, otros hacen que me avergüence.

Permanezco un rato mirando al techo de la habitación. Al principio no veo nada, pero poco a poco mis ojos se acostumbran a la penumbra de mi habitación solo interrumpida por el haz de luz q se cuela x la persiana. Segundo intento de incorporarme. El dolor de cabeza se acentúa. Me siento en el borde de la cama sujentando mi cabeza con las manos mientras miro al suelo. Permanezco así unos minutos. Dando tumbos llego a la cocina donde bebo 3 o 4 vasos de agua seguidos. El dolor de cabeza no se va. Pienso en aquella gente que toma ibuprofeno en sus mañanas de castigo y me planteo tomar uno, pero decido no hacerlo, seria como hacer trampas...

Me percato de la mezcla de olores que emano. Tabaco, sudor, alcohol... Decido tomar una ducha caliente. Eso mitiga el en parte el dolor de cabeza. Llego a mi habitación y pongo a Quique Gonzalez. Busco en el armario mi camiseta de Albertucho mientras Quique alquila una suite en el hotel los ángeles. Me pongo unos pantalones de chandal mientras pienso en lo agusto q estoy con mi atuendo de resaca.

Me pongo en contacto con mis compañeros de juerga. Me informan como terminaron la noche. En ese momento la fuga, marea y la vela puerca sustituyen a Quique. Como algo, no mucho, no tengo el estomago para grandes comilonas. Me tumbo en el sofá. Veo un rato la tele, no le echo mucha cuenta, no me interesa nada de lo que dice. Vuelvo a mi cuarto. Mientras escucho a Lapido de espaldas a la realidad voy pensando en todo lo que tendría que haber hecho el finde para la facultad. Al principio tenia algo de remordimiento, después uno termina acostumbrándose a malvivir del cuento. Se me pasa la tarde pensando en mis tonterías.

Cuando me asomo por la ventana el sol ya se ha puesto. A esas horas el que canta en mis altavoces es Carlos Chaouen. Ceno algo. Leo un poco a Bukowski. Me acuesto. Justo antes de quedarme dormido veo mi camiseta de Albertucho colgada en el respaldo de mi silla. Leo la frase q tiene escrita en la espalda: "Las persianas no están hechas para las noches bonitas, sino para las mañanas de resaca". Quedo dormido con una sonrisa en la cara.

Peraltucho