domingo, 24 de junio de 2012

A line in the dirt

Estoy sentado en el suelo, con la espalda contra la puerta del cuarto de baño y la cabeza mirando al techo. Ella está al otro lado de la puerta, supongo que también sentada y apoyada contra la puerta. ¿Quieres estar sola? Durante un instante duda. No, no quiero estar sola. Después pasamos un rato callados. Está a solo unos centímetros de mí, pero parece que nos separase un océano. Mi mente divaga, pienso en el momento que nos conocimos. Pienso en ella tumbada en mi cama. Pienso en la primera vez que la bese. Pienso en la última vez que lo hice. Pienso en la extraña mancha del techo, parece una especie de corazón. Pienso en cuanto tiempo llevamos sin hablar y entonces digo lo que ambos estamos pensando. Creo que este es el final. Ella no contesta. ¿Crees que hay posibilidad de arreglarlo? Es demasiado tarde. Ella se derrumba. A través de la puerta la oigo llorar. Ojalá pudiese llorar, nunca he podido hacerlo. Creo que eso sería de ayuda. Me desahogaría un poco. Pero no puedo. Después pienso en sus palabras. No puedo entender como puede ser tarde para darle una segunda oportunidad a una relación. Su voz interrumpe mis pensamientos. He estado dándole vueltas, sé que mi corazón quiere estar contigo, pero mi cabeza me dice que no es buena idea, voy hacer caso a mi cabeza. No contesto. Me enciendo un cigarro. Fumo tranquilamente mientras miro la mancha del techo, ahora se me antojaba con forma de pistola. Termino el cigarro. Sigo pensando en sus palabras. Supongo que el problema de base es que yo tengo un concepto del amor muy idealizado y la idea de seguir lo que dicta tu cabeza en lugar de lo que te dice el corazón me parece como poco ridícula. Su voz vuelve a interrumpir mis pensamientos. ¿Sigues hay? Si, aquí sigo. Duda un poco antes de volver a hablar. ¿Crees que podremos ser amigos? Una irónica sonrisa se me dibuja en la cara. Por un momento pienso en mentirle y decirle que claro que podríamos ser amigos. Pero desecho esa posibilidad rápidamente. No. Ella vuelve a llorar. Enciendo otro cigarro. Vuelvo a fumar tranquilamente. Vuelvo a perderme en mis pensamientos. Termino el cigarro. Me levanto y miro fijamente la puerta. Pongo la mano sobre la madera. Me quedo unos segundos pensando en ella. Me sacudo un poco los pantalones y me marcho para no volver. Antes de salir de allí me giro y miro fijamente a la puerta del cuarto de baño. Que te vaya bonito.

 Peraltucho.