martes, 30 de diciembre de 2014

Sentimientos encontrados Vol. III

Supongo que os debía (me debía) una última entrada este año, así que para continuar la tradición, os dejo un resumen de estos últimos 12 meses:

De lo que seguimos hablando es de la sorprendente ausencia de domingos tristes, de días de sol abrasador con el blues sonando de fondo bajo un mar de olivares, de festivales de verano, de cabreos mal disimulados, de amaneceres en la Paz, de improvisaciones en teatros, de abrazar a gente que no conoces en los tanatorios, de seguir persiguiendo pájaros azules, de ir cerrando etapas, de seguir bebiendo donde siempre, de no querer salir en las fotos, de cafeteras recicladas, de lunas con la forma de la sonrisa de Cheshire, de noches frías pero no solitarias, de libros, de muchos libros, de esa sensación inexplicable y terrorífica de no querer huir, de querer quedarte en algún sitio, de querer en general, de lo que hablamos, de lo que siempre hemos hablado, es de esos sentimientos encontrados.



Peraltucho

miércoles, 29 de octubre de 2014

Llámalo Química Orgánica


 “´Éramos tan jóvenes que todo nos nombraba” Ismael Serrano


Llega Octubre a su fin y yo sin ningún texto que publicar. Y no es que me haya pasado nada que merezca ser contado, al contrario, estoy deseando que la inspiración termine de golpearme para poner por escrito todo lo vivido en este mes, pero de momento se resiste. Siempre he pensado que Septiembre y Octubre eran meses condenados a ser olvidados, eran los actores secundarios, los que pasan sin pena ni gloria… Parece ser que me equivocaba.

Asumid, sin miedo a equivocaros, que la causa de que no haya nada que publicar tiene nombre de mujer. Es difícil escribir sobre ella, pues es difícil plasmarla en el papel, pero cuando pienso en ella, a mi mente viene la portada de Avería y Redención, junto con sus melodías y sus versos. Intento no idealizarla, sé que, como todos, tiene sus inseguridades, sus dudas, sus rarezas… pero su pijama consiste en una camiseta de Jim Morrison y eso hace que se te olvide todo lo demás.

Sabed de ella que su color favorito es el rojo, le encantan los tacones, lleva una estricta dieta de solomillos al roquefort, deja unos pelos super largos en la almohada, su perfume dura dos días en las sabanas y que cuando sonríe de verdad enseña todas las encías, lo cual es uno de los espectáculos más adorables que podáis presenciar.

Pero supongo, que en el fondo, lo que la hace tan especial, es que, a pesar de que durante toda mi vida siempre he pensado que perder la cuenta de algo contaba como un fracaso, hasta que no ha llegado ella, no me he dado cuenta de lo maravilloso que podía ser perder la cuenta de los días en los que me levanto a su lado.


Peraltucho

domingo, 21 de septiembre de 2014

El veranillo de San Miguel


A veces me pregunto si seré capaz de hablarte de días como el de hoy.
Días en los que la resaca parece no ser suficiente castigo.
En los que duele cada centímetro de mi cuerpo.
En los que no subo la persiana por miedo a que los rayos del sol terminen conmigo.
Días que paso a oscuras.
Días en los que me siento oscuro.
En estos días, de los que no se si alguna vez tendré el coraje de hablarte, suelo pensar que lo único decente que he hecho en mi vida ha sido conocerte.
Y ahora ni siquiera estás aquí.
En días como el de hoy no cantan los pájaros azules, las flores amarillas se tornan violetas, y la gente como yo, los que pasan frío en plena primavera, piensa en los erizos.
Una vez me dijeron que mi mirada era agradable a la par que asesina.
Hoy, delante de espejo, he comprendido finalmente lo que trataban de advertirme.
Ni siquiera mis monstruos pueden enfrentarse a esa mirada durante mucho tiempo.
A veces me pregunto si seré capaz de salir indemne de días como el de hoy…

Peraltucho

jueves, 11 de septiembre de 2014

Si las calles hablasen

Si las calles hablasen… Hablarían de ti y de mí.
Tan seguro como que una vez hubo un nosotros.
Tan seguro como que ahora lloran nuestra ausencia.
Tan seguro como que las aceras sueñan con llegar al mar.
Si las calles hablasen… Contarían nuestra historia, evitando siempre contar el final.
Tan seguro como que la ciudad extraña nuestro amor.
Tan seguro como que los atascos mañaneros son el luto de las avenidas.
Tan seguro como que las farolas se apagan a mi andar para evitar verme solo.
Si las calles hablasen… Tal vez yo no escribiría “Te echo de menos” por sus paredes…


Peraltucho

lunes, 18 de agosto de 2014

Vidas Breves

En cierta ocasión me preguntaron: "¿Qué palabra se utiliza para describir el momento justo en que te das cuenta de que se te ha olvidado lo que sentías al hacer el amor con alguien que te gustaba hace mucho tiempo?". 

Y yo me acordé de tu nombre...


Peraltucho

miércoles, 6 de agosto de 2014

Mil y una noches

En la versión tradicional de “Las mil y una noches”, el Sultán descubre que Sherezade (su esposa) lo engaña. El Sultán decide condenarla a muerte, sin embargo, Sherezade consigue engañarlo, el último deseo de ella es contar un cuento al Sultán, durante toda la noche se dedica a narrarlo, y cuando se encuentra en el momento álgido de la historia, amanece y el cuento debe de interrumpirse. El Sultán picado por la curiosidad decide dar otro día de vida a su esposa para que la siguiente noche continúe la historia. De esta manera, Sherezade, noche tras noche, consigue engatusar al Sultán y alargar un día más su vida, hasta que al cabo de mil y una noches, y mil y una historias, el Sultán se da cuenta de que vuelve a estar enamorado de Sherezade y decide perdonarle la vida.

Siempre pensé que esta trama era una mera excusa para contar todas las historias y cuentos que hay dentro de las mil y una noches, para contar lo realmente importante. Pero hace poco encontré otra versión de la historia del Sultán y Sherezade. En esta nueva versión el matrimonio, aburridos el uno del otro, se propone un juego, cada noche uno contará un cuento al otro, el primero en fallar y no conseguir recordar o inventar una historia para su pareja perderá la cabeza, heredando así todo el reino. De esta manera cada noche se juegan la vida para entretenerse mutuamente, hasta que al final, al cabo de mil y una noches, uno de los dos termina perdiendo la cabeza.

A pesar de lo macabro del juego, y de lo triste del final, creo que la persona que lo escribió no creó esta historia solo para contar pequeños cuentos, esta persona era perfectamente consciente de lo que hacía y nos dejaba “escondida” una gran verdad:  La de que el amor dura exactamente mil y una noches. En el momento en el que uno de los dos no tenga nada que aportar a la otra persona, significará que todo ha terminado. Puede que sean mil y una noches, puede que sean tres cafés, o puede que sean cien vidas, pero si en algún momento, uno de los dos no sea capaz de pasar una noche inventando historias para la persona a la que quiere, significará que el amor ha muerto.



Peraltucho

domingo, 6 de julio de 2014

Cien razones por las que vivir

Esta entrada nace de este artículo.

1. El pájaro azul de Charles Bukowski.

2. Beginners. "La mitad de las personas cree que las cosas nunca saldrán bien y la otra mitad cree magia."

3. Gary Oldman despotricando contra los deportistas que salen en películas.

4. Los vídeos musicales de Marshall Eriksen.

5. Bill Murray.













6. El canal de youtube de "El niño de la hipoteca".

7. El personaje de Omar en "The wire".

8. "Ladridos del perro mágico" de Lapido.

9. La barba de Mark Everett.













10. El baile de la victoria de Chandler.

11. El monólogo de Sam en "American Gods".

12. Ana Obregón en el equipo A.

13. Brian K. Vaughan.








14. El cartel de Scarface.













15. La escena del tablero de ajedrez en la película "Concursante".

16. El principito.














17. El banjo de Pete Seeger.













18. El último concierto de 091.

19. Brad Pitt haciendo de gitano en Snatch.

20. Berto Romero cabreado con la gente que no quita la pegatina de las cámaras.

21. Andre Agassi jugando la final del Roland Garros con peluca.













22. Creedence Clearwater Revival.

23. El bigote de Adrián Pino.













24. El festival de Blues de Cazorla.

25. La historia de cómo Kevin Smith casi escribe el guión de Superman.

26. El final de Peter Pan.

27. El Jesucristo colega de "Dogma".











28. "Olvídate de ti" de Rafa Pons.

29. Calamaro llevando la camiseta de la Universidad de Granada en el videoclip de "Sin documentos".

30. El monólogo de Edward Norton en "La última noche".

31. El final de "La última noche".










32. Pre-cipicio de Beatriz Ríos.

33. "Blood on the tracks" de Bob Dylan.

34. La portada de "Hombre lobo" de The Eels.


















35. Brian Azzarello y Eduardo Risso.













36. La escena de "El señor de los anillos VS Star Wars" en Clerks II.

37. Heath Ledger haciendo de Joker.













38. "Princesa del subterfugio" de Dani Flaco.

39. Sabina, cuando era Sabina.

40. Ricky Gervais presentando la gala de los globos de oro de 2011.

41. La escena de Memento en la que Leonard quema sus recuerdos.

42. Steve Buscemi.










43. Revoltoso, el perro disecado de Scrubs.

44. Los personajes de Jim Halpert y Dwight Schrute de "The office".












45. El momento de "Not Penny's boat" en Perdidos.












46. La contraportada del disco de "Electro-Shock Blues".




















47. "Ocho y medio" de Nacho Vegas.

48. Francis Ford Coppola rodando Apocalypse Now.
















49. La conversación improvisada entre Matt Damon y Robin Williams en "El indomable Will Hunting".

50. El póster de Taxi Driver.




















51. "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez.













52. "Clara" de Álvaro Carmona.

53. El Batmovil de Tim Burton.













54. La versión de "Strawberry Fields" de Miguel Ríos.

55. "Cuentos Completos" de Isaac Asimov.













56. "Te quiero normal" de Berto Romero.

57. La canción de Heisenberg.

58. El personaje de Francis Underwood en "House of Cards".














59. La historia de Sam y Suzy en "Moonrise Kingdom".

60. Ralph Wiggum diciendo "Corre platano".

61. El baile de "Reservior Dogs".

62. El baile de Salma Hayek en "Abierto hasta el amanecer".

63. La intro de "The Watchmen".

64. La camiseta de DJ Davis en "Treme".




















65. Los títulos de los discos de Proyecto Jass.




















67. "Va a escampar" de La vela puerca.

68. El Celebrities de Arturo Pérez-Reverte.

69. La canción de la intro de "Treme".

70. Quentin Tarantino.













71. Jungla de Cristal.

72. Clint Eastwood.











73. Wwan McGregor  rodeado de flores amarillas en Big Fish.














74. Las "Caras B" de Lapido.

75. El discurso de Tyler en "El club de la lucha".

76. Monólogo final de "Trainspotting".

77. Ciudadano Kane.














78. Searching for Sugar Man.

79. Homer diciendo "Decano eres un membrillo".

80. El parque de atracciones de Bender.

81. Sin City de Frank Miller.




















82. Doctor Horrible.

83. Los disfraces de Halloween de Neil Patrick y su familia.















84. Luis García Montero.
















85. Sueño y Muerte.













86. Montauk.












87. La escena del Té de Scott Pilgrim contra el mundo.

88. La trilogía de Cornetto.




















89. El personaje de Don Draper en Mad Men.















90. "Compás de espera" de Los Madison.

91. La dignidad según Kirk Van Houten.











92. "1Q84" de Murakami.













93. La versión de "I want you" en la película "I'm not there".

94. "No te salves" de Mario Benedetti.

95. Tony Soprano.














96. James Dean tirando piedras a una casa blanca.













97. Noche de Repálagos.

98. Mi camiseta de Albertucho.




















99. La historia de "Una ciudad dormida" de Sandman.




















100. El puente de Triana.

jueves, 19 de junio de 2014

Odio

"Y te olvidará, todo habrá muerto, 
y aquel otoño nunca habrá sido vuestro. 
Para qué mentir, que ella se lleve, 
aunque dure poco, tu odio para siempre."


Odio...
Odio a la gente que no destroza los sobres de las cartas de amor.
Odio a la gente que no cierra los ojos cuando abrazan de corazón.
Odio a la gente que habla en los cines.

Odio…
Odio las alarmas de los coches.
Odio la puta distancia.
Odio los domingos.

Odio…
Odio los centros comerciales.
Odio la lluvia.
Odio los pechos huecos.

Los odio…
Odio los “todo irá mejor”.
Odio los “ella no es para ti”.
Odio los “ahora no es el momento”.

Los odio…
Odio recordarte cada mañana.
Odio pasar las horas esperando que te acuerdes de mí.
Odio cada foto que subes fingiendo ser feliz.

Te odio…
Odio tus excusas.
Odio tus mentiras.
Odio odiarte.

Me odio…



Peraltucho

martes, 20 de mayo de 2014

La mujer que me hizo perder (o al menos mitigar) mi miedo a la lluvia

Publicado originalmente en http://www.contraescritura.com/2013/la-mujer-que-me-hizo-perder-o-al-menos-mitigar-mi-miedo-a-la-lluvia/


Antes de empezar a leer esta historia hay dos cosas que debéis saber sobre mi persona, ambas necesarias para comprender en su totalidad lo que os voy a contar:

1.  Desde que tengo memoria he sufrido un miedo irracional a la lluvia. Yo no salgo a la calle cuando llueve. Para nada.

2. Siempre he creído que para escribir algo bueno hay que hacerlo desde el dolor, nadie feliz puede escribir algo bueno pues estará ocupado disfrutando de su felicidad, son los tristes y desgraciados los que le dan vida y alma al arte. Es por eso por lo que estoy seguro de que esta no va ser una buena historia.

 
La mujer que me hizo perder (o al menos mitigar) mi miedo a la lluvia.

Nos habíamos visto un par de veces. La primera vez que la vi no me llamó mucho la atención. Venía con un grupo de amigos que no conocía y apenas cruzamos palabra. Sin embargo, una noche necesitaba acompañante para ir al teatro, y me acordé de ella. La llamé y aceptó encantada. Después de la función fuimos a tomar una cerveza y estuvimos hablando largo y tendido. Conectamos. En parte, porque yo no era consciente de que estábamos en una cita. No iba con ninguna otra intención, y es por eso que estaba muy relajado y confiado, cosa poco común en mí.

Pero aquella noche era diferente, esta vez sí era consciente de a lo que iba. Y no iba ni confiado, ni relajado, ni nada… Estaba muy nervioso. Caminaba de un lado a otro y miraba constantemente la hora. Pensaba que no iba aparecer, o peor, que aparecería y me rechazaría llegado el momento. Y mientras daba vueltas a mi cabeza e imaginaba los peores escenarios posibles, apareció ella.

Radiante.

Bellísima.

Con los labios pintados de un rojo intenso, y una sonrisa de oreja a oreja.

Y todo mi nerviosismo, mis miedos y demás tonterías se esfumaron con aquella sonrisa. Esquivaba mi mirada, agachaba la cabeza y me miraba, como de reojo, mientras sonreía. Y en ese momento fui consciente de que ella estaba tan nerviosa como yo hacía unos segundos. Sabiendo que no quería que cruzásemos nuestras miradas para que yo no descubriera que se sentía como una chiquilla que va a su primera cita sin saber que va a encontrar. Sabiendo que se sentía vulnerable. Sabiendo que se sentía ilusionada y aterrada a partes iguales. Así que hice lo único que podía hacer. Le devolví la sonrisa.

A partir de entonces todo fue sobre ruedas. Paseamos por el río. Cenamos. Bebimos. Pero sobre todo hablamos. Hablamos mucho, y de muchas cosas. No hubo lugar para ningún silencio incomodo. Parecía que nos conociésemos de toda la vida. Sin darnos cuenta las horas pasaron a una velocidad pasmosa. Después de que nos echaran del último bar nos pusimos a pasear, sin rumbo fijo, y ella me hablaba de literatura, y de lo mucho que admiraba a Cortázar, y yo me paré en seco frente a ella. Mientras me contaba todo aquello yo solo podía ver sus carnosos y rojos labios. Ella debió notarlo, pues paró de hablar. Sonrió. Y por primera vez en toda la noche me miró de verdad a los ojos. Así que hice lo único que podía hacer. La besé.

Y el tiempo, que nos hizo creer que las horas que pasamos hablando fueron rápidas y fugaces, tuvo el detalle de hacer que ese beso durase lo que debe durar un beso de verdad. Todo pareció detenerse a nuestro alrededor. No nos importaban los borrachos que pasaban y nos gritaban obscenidades, celosos de que el tiempo nos regalase aquel precioso momento. Ni el camión de la basura haciendo su triste ruta. Ni los autobuses nocturnos que iban repletos de gente ajenos a nuestro feliz momento. Y en el instante que creíamos que ese momento duraría para siempre, el cielo rompió a llover. Pero poco nos importó. Éramos conscientes de que en el momento en el que se separan nuestras bocas dejaríamos de ser eternos. Y decidimos prolongar todo lo posible aquel instante.

A la mañana siguiente ella seguía durmiendo plácidamente mientras yo buscaba mi ropa, todavía empapada, por la habitación, tratando de no hacer demasiado ruido. En mi silenciosa búsqueda encontré el lápiz rojo con el que se había pintado los labios la noche anterior. Justo antes de salir de aquella habitación, lápiz en mano, me acerqué a un espejo de pie y con un rojo intenso escribí:

Puede que no lo sepas, pero jamás fuiste tan hermosa como cuando me hablabas de Cortázar mientras la ciudad se contenía las ganas de llorar.

“La mujer que me hizo perder (o al menos mitigar) mi miedo a la lluvia.”


Peraltucho

martes, 6 de mayo de 2014

My Beloved Monster

La primera vez que lo vi estaba en el lugar equivocado, el momento equivocado y con la mujer equivocada.
Me encontraba frente al espejo del tocador, con una foto suya en la que abrazaba a otro hombre.
Cuando pregunté por él, ella rió y me dijo que era su hermano.
Yo sabía que mentía, había ropa de hombre por todo el piso, y fotos de aquel tipo por todo el dormitorio.
Pero no me importó, dejé la foto en su sitio y fue entonces cuando lo vi.
En el espejo, mirándome con aquella media sonrisa, con aquellos ojos claros y aquella barba de varios días.
Mi monstruo.
Fue solo durante unos segundos, pero supe que no me lo había imaginado, aunque decidí no darle más importancia, tenía otros asuntos más urgentes que atender.
Si le hubiese prestado atención, si hubiese comprendido que apareció para advertirme, para darme la oportunidad de hacer lo correcto, tal vez me hubiese podido salir de allí por mi propio pie.
En lugar de eso decidí ignorarlo.
Por eso andaba muy ocupado cuando aquel coche aparcó en la entrada, cuando la puerta de la casa se abrió, o cuando el supuesto hermano, loco de rabia, entró en aquella habitación.
Dos costillas rotas, el labio partido, varios moratones y un esguince de alma bastaron para no volver hacer caso omiso a aquel monstruo que vivía dentro de mí.

Lo primero que aprendí de él, fue que solo podía verlo en los espejos.
Normalmente aparecía en momentos en los que necesitaba consejo moral.
Nunca decía nada.
Nunca tomaba partido.
Simplemente me miraba con aquellos ojos claros.
Advirtiéndome de las posibles consecuencias de mis actos.
No siempre le hice caso.
Y me arrepiento de cada una de esas veces.

Con el tiempo, me di cuenta de que no era el único que llevaba un monstruo dentro de sí.
Muchos acarreaban monstruos en su interior, pero había que saber donde mirar para encontrarlos.
Unas ojeras, unas uñas mal pintadas, una camisa mal planchada, unas medias rotas…
Las señales estaban ahí, solo había que saber verlas.

Pasó el tiempo y fui cogiéndole cariño a mi monstruo.
Sabía que quería lo mejor de mí, y creo que lo consiguió.
Me hizo volver al camino cada una de las veces que perdí el norte.
Tuvo conmigo la paciencia que no me merecía.
Me tumbó cuando fue necesario.
Me ayudó a levantarme siempre que lo necesité.
No hubiese llegado a donde hoy estoy sin el pequeño monstruo de mi interior.
Por eso hoy dejo escrito esto en un espejo, con la esperanza de que me entienda y me perdone por expulsarlo, pues, ahora que ella está en mi vida, necesitaré más espacio en el espejo.


Peraltucho

jueves, 17 de abril de 2014

Hablando en sueños



La frase vuelve a ser del Maestro Lapido.

domingo, 6 de abril de 2014

Cinema Paradiso

Nunca encontró el amor en su familia, sus padres se separaron siendo él un chiquillo, negándole el modelo de amor y pareja "normal" que tanto anhelaba.
Se había criado con el único referente emocional que le proporcionaban las películas americanas, con los amores en 8mm, con los finales felices en blanco y negro…
Nadie se atrevió a decirle que el amor nunca aparece al final de la barra de un sucio tugurio.
 Por eso, pasaba las noches bebiendo whisky con hielo, esperando que al levantar la mirada apareciese aquella mujer fatal, con esa belleza tan perfecta y tan artificial que hace presagiar a quien la mira, que aquella criatura solo puede terminar sus días de forma trágica.
Se la imaginaba, además, con un ducados en la mano, mirando con aires de superioridad a todos los que la rodeaban, como si estuviese claro para cualquiera con dos dedos de frente, que ella era demasiado especial para tener que encender sus propios cigarros, y que era necesidad imperiosa que algún mortal se acercase a ella para encendérselo.
Cumplía de manera enfermiza todos los clichés, movimientos, poses y miradas que había memorizado tras el visionado de todas las historias que el celuloide le proporcionaba.
Se imaginaba sonriendo, con el corazón en la mano, en un mar de flores amarillas, declarándose a su amada.
Se imaginaba tirando piedras a una casa blanca al este del Edén.
Se imaginaba el 16 de diciembre, en Viena, esperando en el andén de la estación a que su amor llegase en tren desde París.
Se imaginaba en una fiesta, disfrazado de Nietzsche, conquistando el corazón de una preciosa rubia que no puede hablar.
Se imagina compadeciéndose de sí mismo frente al espejo del baño de aquel bar, y con su reflejo, indignado, gritándole la cruel realidad a la cara.
Se imagina viviendo su vida hacia atrás, teniendo polaroids en lugar de recuerdos.
Imaginaba todo aquello en el tiempo que duraba un whisky.
Y cuando lo terminaba no había fundido a negro.
No había títulos de créditos.
No había agradecimientos.
La gente no aplaudía al terminar.
Nadie recordaba, si quiera, su presencia en aquel bar.
Y aun así, no podía evitar naufragar en aquel mar de alcohol, imaginándose, noche tras noche, lo que pudo pasar, pero que al final, no sucedió.



Peraltucho

lunes, 10 de marzo de 2014

Amor Kamikaze

Amor Kamikaze:

Dícese de aquel amor que no hay forma de que termine bien. De aquel amor que te hará trizas, que terminará arrasando con todo y con todos, dejando desagradables despojos de corazones y sentimientos desde el lugar en el que tenga fin hasta donde alcance la vista y la memoria. Se dice, también, que uno se embarca sabiendo cual es el trágico final, pero con la falsa esperanza de que todo saldrá bien. Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sido testigos y/o víctimas de este tipo amor. No se conoce modo alguno de prevenirlo. Una vez que uno sube a este vuelo, ninguna azafata te explicará que hacer en caso de emergencia, no se encenderá la luz del cinturón cuando sea necesario abrochárselo, el piloto no dará su habitual previsión del tiempo a la llegada… No habrá nada de esto, pues este vuelo no tendrá final feliz, y aun así, uno no puede evitar subirse y disfrutar del trayecto.


Peraltucho

martes, 4 de marzo de 2014

Hasta desaparecer

Ella podía hacerse invisible. Tardó en desarrollarse más de lo normal, y de una forma desigual. Se burlaban de ella constantemente por tener las orejas grandes y los pechos pequeños. Y aunque cuando creció se convirtió en una de las mujeres más hermosas que hayan pisado la tierra, ella siempre arrastró aquellas heridas de la infancia. No solía salir de día a la calle. Le gustaban los locales con poca luz. Le gustaba en especial un pequeño café/librería que abría hasta tarde y en el que pasaba las horas leyendo “Cien años de soledad” en la esquina más oscura del lugar. Disfrutaba, y mucho, del cine. Solía ir a las sesiones golfas, y entraba en la sala solo cuando habían apagado las luces y los trailers ya habían acabado. En aquella mágica penumbra se sentía a salvo. Sus películas favoritas eran las de Woody Allen. Sabía prácticamente todos los diálogos de cada una de sus películas.

Se ganaba la vida pintando. Tenía acuerdos con varias galerías de la ciudad y todas se peleaban por comprar sus cuadros. En sus pinturas solo usaba tonos azules y negros. No se permitía usar otros colores. Su mundo era oscuro y solitario, y su arte debía representarlo. Apenas conocía a nadie. No tenía contacto con su familia. Tenía un gran complejo de inferioridad. Un autoestima inexistente. Tras años de práctica había conseguido pasar totalmente desapercibida entre grupos grandes de personas. Y cuando el grupo era reducido simplemente se hacía invisible. No soportaba verse en los espejos. No tenía ninguno en su casa. No pasaba por delante de los escaparates pues temía a su propio reflejo. Pasó toda su vida entre versos de García Márquez y los ácidos diálogos de Woody. Cada vez que tenía la oportunidad de intimar con alguien se hacía invisible. Solo quedaba de ella su sombra. Se acostumbró tanto a esta rutina que un buen día simplemente desapareció, dejando como trágico recuerdo de su paso por el mundo los cuadros más tristes jamás pintados y la sombra de la mujer que pudo llegar a ser.



Peraltucho

sábado, 15 de febrero de 2014

El principito

Llevaba tiempo queriendo ordenar y clasificar en condiciones todos los libros que he ido adquiriendo estos años.
Tenía unas cuantas cajas donde iba almacenándolos a la espera de hacer un hueco en alguna estantería donde poder colocarlos.
Esta mañana por fin me he puesto manos a la obra.
El problema es, que en lugar de ordenarlos, he ido sacando libros de cajas y he estado releyéndolos.
Así que aquí estoy.
Rodeado de cajas y libros.
Sentado en la cama, perdido entre las páginas.
Y al abrir una nueva caja me encuentro con un viejo ejemplar de "El principito".
Está hecho polvo.
Lo abro con cuidado y me encuentro con esta dedicación.


Lleva ya 21 años dando vueltas por mi vida.
Así que perdónenme si vuelvo aplazar el poner en orden todos estos libros, pues toca volver a ser un niño.

Peraltucho

sábado, 1 de febrero de 2014

Cuando se apaga la luz

Vestía siempre de naranja. Lucía una larga melena pelirroja. Su cara era redonda, sonrojada y estaba cubierta de pequeñas pecas. Sonreía fácilmente. Le encantaban los grandes felinos. Solía pasar las tardes en el zoo dibujando a los tigres. Se sentaba en el pequeño banco que había frente a la jaula con las piernas cruzadas, abría su gran bloc de dibujo, cogía su “rotring” y mientras en sus cascos sonaba el “From the cradle” de Eric Clapton dibujaba a aquellas fieras. Conocía de memoria cada una de sus rayas. Conocía a la perfección aquellas tristes miradas, aquellas miradas que le recordaban a la de un preso pidiendo auxilio en el corredor de la muerte, aquellas miradas que le fascinaban y le aterraban a partes iguales y la cuales no podía dejar de intentar captar en su bloc.

Le gustaba todo lo oriental. Su piso estaba plagado de figuras, poster, comics y demás objetos perteneciente a la cultura nipona. Era incapaz de pasar ante un escaparate en el que se encontrase expuesta alguna de estas piezas sin entrar a comprarla en el acto. Era, también, una fanática de la tecnología. Le era casi imposible pasar unas horas sin acceso a internet. Era raro pasar un tiempo con ella y no verla trastear con su teléfono, tablet u ordenador. Sin embargo, le apasionaban también algunas máquinas antiguas. Tenía una vieja polaroid con la que salía por la ciudad en busca de objetos naranjas a los que fotografiar. Luego guardaba todas las instantáneas en un álbum hecho a mano, donde las rotulaba y las clasificaba cuidadosamente.


Era, lo vieses como lo vieses, una mujer excepcional. Destacaba allá donde fuese, no solo por su extraña forma de vestir, siempre del mismo color, si no porque además poseía una personalidad, una vitalidad y una sonrisa que hacían mella en cualquiera que se cruzase por su camino. Por si todo eso fuera poco, tenía también la habilidad de poder ver a través del alma de cualquier persona. Mientras tú la mirabas y quedabas enamorado irremediablemente por aquella extraña mujer naranja, ella veía a través de ti. Escrutaba tu alma, encontraba todo lo bueno que había en ella, todo lo malo que habías hecho, cada herida en tu corazón, cada lágrima derramada, cada mirada al sur, cada llamada perdida, cada cerveza solitaria… Encontraba todo aquello, y lo utilizaba a su favor. No le hacía falta, pero le divertía poseer, no solo tu cuerpo, si no también tu alma. De esa forma, dormía cada día con un hombre diferente, y con la luz del alba los largaba para no volver a saber de ellos nunca más. No se permitía sentir nada parecido al amor, nada que la hiciese vulnerable. Pues, en el fondo de su alma, en el fondo de todo su ser existía un punto débil que no estaba dispuesta a compartir con nadie. Un horrible secreto, que no era otro que el hecho de que, cuando se apagaba la luz, no sabía dormir sola.

jueves, 23 de enero de 2014

Challenger

Nos cuentan en la carrera que cuando construían el transbordador espacial Challenger hicieron millones de pruebas. Tenían equipos de expertos que se encargaban de que todo funcionara como debía de funcionar. El Challenger tenía una pieza llamada “anillo rotórico”. Estas piezas son como las arandelas que tienen los grifos para que no se filtre agua por los empalmes. En el caso del transbordador, los anillos rotóricos evitaban que el hidrógeno se saliese del motor del cohete que lo impulsaba al espacio. Esos anillos se probaron en todos los escenarios posibles. Todos salvo uno. El frío. No era necesario, ya que era absurdo pensar que helaría en el sur de Florida, donde se lanzaba el Challenger.
El 28 de enero de 1986 una ola de frío hizo descender la temperatura nocturna hasta -8 grados.
Aquellos anillos no funcionan por debajo de 4.
73 segundos después de despegar el Challenger se convierte en una bomba y explota.

Y aquí estoy yo. 27 años después. Visualizando todos los escenarios posibles. Intentando anticiparme a todos los contratiempos posibles. Estudiando el plan perfecto para llegar a ti. Y en lo único que puedo pensar es en que una puta ola de frío nocturna me alcance, helándome el corazón, y dejándome a 73 segundos de explotar por los aires.


Peraltucho

jueves, 2 de enero de 2014

Sentimientos encontrados Vol. II

De lo que hablamos, esta vez, es de levantarnos con la mesilla llena de tabaco de liar, de estar rodeados de versos, de encontrar la tranquilidad en la rutina, de añorar lo imprevisible, de corazones a cientos de kilómetros del sur, de pájaros azules, de mariposas amarillas, de historias a medias, de puentes, de mercados, de azoteas, de cafés (muchos cafés), de enamorarse en el autobús, de sobres destrozados, de estar rodeados de libros, de sentirse un poco menos solo, de empezar a entenderse, de empezar a quererse un poco más, de cervezas y de albero, de domingos, de dejarnos notas en la pared, de la desidia, de las ganas de perderse, de las ganas de encontrarte, de cerrados por derribo, de aprender a dejarse llevar, de la escarcha en la sección de sucesos. De lo que volvemos a hablar, en resumen, es de esos sentimientos encontrados.


Peraltucho