jueves, 14 de enero de 2010

No es ella

Me despierto y la veo a mi lado, todavía duerme. Me levanto lentamente, intentando no hacer mucho ruido. Voy a la cocina y me pongo a preparar algo para desayunar. Mientras empiezo a recordar cómo empezó la noche. Recuerdo que me dio un vuelco el corazón al verla. Hacía mucho que no la veía. Seguía estando igual de radiante. El destino quiso que nos sentásemos uno al lado del otro durante la cena. Tardamos poco en ponernos al día. Volvimos a conectar enseguida. Era difícil no sonreír mientras te miraba. Me encantaba la forma en que se sonrojaba cuando me oía exponer mis teorías “políticamente incorrectas”. Las horas pasaron como si fueran minutos. Comimos, bebimos, incluso bailamos, no puedo evitar reírme al recordar como ella intentaba que me moviese al son de la música, y como al final me tuvo que sacar a rastras de la pista cuando me puse a bailar imitando a un pollo.

Recuerdo que cuando salimos estaba diluviando y no teníamos paraguas. Usé mi cazadora para resguardarnos de la lluvia, nos quedamos mirándonos a los ojos, acercando lentamente nuestros labios. En ese momento, me dijo, “He de volver a mi piso, mi novio me espera” y desapareció entre las gotas de agua. Recuerdo escuchar claramente como mi alma se rompía a pedazos. Recuerdo quedarme inmóvil bajo la lluvia durante lo que me parecieron horas.

Volví a entrar al garito dispuesto a beberme todo el alcohol que hubiese. Al pedir me doy cuenta de que una morena me sonríe. A los veinte minutos vamos camino de su piso. En el trayecto le digo todo lo que quiere oír. Le digo que no hay nadie más guapa que ella, pero es mentira. Le digo que no preferiría estar con ninguna otra mujer en este momento, pero es mentira. Le digo que al día siguiente la volveré a llamar, pero es mentira. La beso, y le digo que la quiero, pero es mentira. Pues ella no es para mí más que un placebo, no es más que la metadona que me ayuda a seguir adelante mientras veo como otro se lleva mi heroína, pues no es ella con quien quiero bailar este baile, no es ella con quien quiero despertar al día siguiente, pero es con quien despierto.

Todas estas ideas danzan en mi cabeza mientras le preparo el desayuno. Zumo, café, tostadas, galletas, cereales y fruta. Cojo mi chaqueta y me voy sin hacer ruido. De camino a mi piso me la imagino desayunando, preguntándose dónde estoy, cuánto tardaré en volver, pensando en llamarme al número falso que le di mientras se limpia la boca con la servilleta que le dejé, arrugándola y tirándola a la basura sin darse cuenta que en ella dejé escrito “Ojalá fueras ella”.

Peraltucho

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