Prometí escribirte una historia de amor.
De esas de final feliz.
En las que yo nunca llegué a creer, pero que tu adorabas.
Te debo una historia.
Una historia que hable de mariposas amarillas.
Una historia que hable de amantes, tendidos sobre el capó de
un coche, una noche estrellada, jurándose todas aquellas cosas que nosotros no nos juramos juntos.
Una historia que hable de aquella muchacha que regalaba
tulipanes a la salida de la sesión golfa de aquel viejo cine de barrio.
Una historia que hable de poetas que buscan la inspiración
al final de un ducados.
Una historia que hable de aquel muchacho que todas las
noches se subía a una escalera para recitarle poemas a la luna.
Una historia que hable de aquel hombre y aquella mujer, que
coincidieron una vez en un tren y, por error, intercambiaron sus corazones, y
ahora viven buscándose por los andenes.
Una historia que hable de como las flores conquistaron el
paraíso.
Una historia que hable de aquel castillo de arena que
consiguió vencer a la marea.
Te debo una historia.
No creas que lo olvido.
No creas que te olvido.
Esta mañana me levanté dispuesto a saldar mi deuda, pero no
pude.
El invierno ha llegado con fuerzas, recubriendo mi pluma de
escarcha.
Haciendo que me sumerja en un cruel letargo en el que no
queda ni una bella historia para ti.
Ha llegado llevándose todos los finales felices.
Todos los pensamientos alegres.
Así que vuelve,
si quieres,
si puedes,
si te acuerdas,
cuando llegue la primavera.
Puede que entonces terminen de germinar aquellas historias,
aquellas que plantamos hace tanto tiempo,
aquellas que se nos olvidó regar,
que no cuidamos,
y puede que entonces consigamos aquel final que tu y yo
siempre soñamos,
ese que tu adorabas y yo nunca terminé de creer.
Peraltucho
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