viernes, 13 de noviembre de 2009

Un pobre diablo

Las puertas del “Heaven’s Doors” se abrieron de par en par. Tras ellas apareció un joven alto y delgado. Con el pelo largo y aspecto desaliñado. Rondaría los veintipocos años. Tras él se podía escuchar la lluvia caer torrencialmente.

Empapado se acercó a la barra y pidió una cerveza. El camarero se la sirvió dando un fuerte golpe en la barra. El chaval se la bebió de un solo trago y pidió otra.
- ¿Una mala noche?
El chaval se giró a sorprendido a su izquierda. Le hablaba un viejo sentado dos banquetas más lejos de él. Vestía traje y sombrero mientras sostenía un vaso de whisky. Le pareció extraño no haberlo visto al entrar. El viejo se levantó y se sentó en el taburete contiguo al suyo.
- Deja que te invite a una bebida de verdad.
- Lo siento, pero no acepto regalos de desconocidos.
- Pues entonces deja que me presente, soy el Diablo.
El joven no pudo evitar soltar una carcajada.
- No me jodas, me ha tocado aguantar al loco del lugar.
- Jeje, es lo que tiene ser sincero. A menudo a los que dicen la verdad se los toma por locos.
- Demuéstrame pues que eres quien dices ser.
- Está bien, estás aquí para olvidar a una mujer.
- Eso no tiene mérito, casi todos los que entran aquí lo hacen para olvidar a una mujer.
- Cierto, pero lo tuyo es diferente. Los que vienen aquí beben para olvidar a mujeres con las que han disfrutado, con las que se han divertido, pero tu vienes aquí para olvidar a una mujer a la que has amado.
El chaval se quedo pensativo mirando la mugrienta barra. Se giró hacia el viejo y dijo:
- Esta bien señor Diablo, invíteme a una bebida de verdad.
- ¡Ese es el espíritu! – dijo mientras alzaba la mano para pedir un par de whiskys – Cuéntame como te destrozaron el corazón.

El muchacho empezó a contarle como conoció a su media naranja, las cosas que les gustaba hacer, los viajes que hicieron, las largas conversaciones en la cama, los altibajos que habían pasado, y como finalmente, esa misma noche, ella le dijo que en realidad no lo amaba.
- ¡Menuda injusticia! Tú la amabas de verdad, le abriste tu corazón, le diste todo lo que tenias y ella simplemente te dice “Ya no te amo”.
- Hay quien dice que es mejor haber amado y haber perdido, que nunca haber amado… No creo que al que dijese eso le hubiesen partido el corazón. Yo prefería no haber amado nunca…
El joven apuró el whisky de un sorbo. Y el viejo pidió otros dos vasos. Esperó a que el barman los sirviese y se marchase y entonces se acercó al muchacho y le dijo:
- Bueno, puede que haya una solución para tu problema…
- ¿Cuál?
- Me parece que olvidas con quién estás hablando. Yo soy el Diablo. Llevo muchos años en este mundo y sé cómo hacer que olvides todo lo pasado. Tendrías una nueva oportunidad. Todo tu dolor podría desaparecer al instante.
- Y a cambio querrías mi alma o algo de eso, ¿no?
- Jajaja, has visto muchas películas chaval, no soy tan malo como me pintan. A veces simplemente me gusta bajar a los peores antros del mundo y poder ayudar a quién más lo necesita, simplemente por el gusto de poder cambiar el mundo, para poder hacer la tierra un lugar en el que yo me sienta más agusto, para poder mirar a Dios a los ojos y decirle, “¿Ves? Esto lo ha hecho mi mano, y no tu gran poder divino”.
- Mmmm, ¿entonces no habrá consecuencias?
- Siempre hay consecuencias, pero lo que no habrá serán engaños. Lo que tu pidas lo tendrás. Es así de fácil.

El muchacho dudó un segundo, bebió whisky para tomar fuerzas y mirando a los ojos al Diablo le dijo:
- Quisiera no haber amado nunca.
- Que así sea.

En ese momento pasaron todos sus amores por delante de sus ojos. Todos el amor que había dado y recibido fue desapareciendo poco a poco de su mente. Olvidó los nombres, olvidó los olores, olvidó los momentos pasados, olvidó las cartas escritas, lo olvidó todo, y en sus ojos solamente quedó el vació infinito que sólo se puede apreciar en aquellas personas que no saben lo que es el amor.

El muchacho miró asustado y confundido al viejo.
- ¿Qué me has hecho?
El Diablo terminó el whisky. Le sonrió. Y acercándose a su oído le susurró.
- Ahora eres como yo, un pobre diablo.

Peraltucho

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