miércoles, 1 de junio de 2011

Huele a hierba

El proceso de olvidar a alguien es de los más complicados que vamos a tener que pasar a lo largo de nuestra corta existencia, sobre todo si tenemos en cuenta de que todo nuestro entorno estará en nuestra contra. Allá donde vayamos encontraremos a alguien con el mismo corte de pelo, con la misma falda, con la misma risa… y cada vez que encontremos esos pequeños pedazos de esa persona nos dará un pequeño vuelco el corazón, recordándonos que el hecho de vivir deja secuelas. De todas formas, no es a estas pequeñas patadas del pasado a lo que hay que temer, a lo que realmente hay que tenerle miedo es a su olor. A ese perfume que siempre usaba, a ese aroma que impregnaba el ambiente en su presencia. Pues esos destellos, esos recuerdos que el paisaje de la ciudad nos pone como prueba terminan desapareciendo. Pero pueden pasar días, meses, incluso años, haber conocido a más gente, haber vivido otras experiencias, y un día, vas caminando entre la multitud y llega a ti ese olor que tu creías único e insustituible, y de golpe y porrazo te recuerda todo lo que un día tuviste, todo lo que un día perdiste. Y quedas solo entre el gentío. Y cierras los ojos con fuerza para intentar olvidar. Pero ya es demasiado tarde, y ese aroma se apodera de tu alma, y te deja destrozado en mitad de la calle, maldiciendo el día que memorizaste su fragancia…

Peraltucho

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