Dentro de poco harán 3 años desde mi llegada. Recuerdo sobre todo la sensación de que al pisar París las cosas empezarían a ir sobre ruedas. Llevaba por equipaje una pequeña mochila con ropa y una vieja máquina de escribir. Debí darme cuenta de que no era tan especial cuando en la cola de embarque había otras seis o siete personas con maquinas de escribir, todos ellos embobados y anonadados, pensando en lo fácil que sería hacerse escritor de éxito en la ciudad de las luces.
La máquina de escribir la tuve que vender a los tres meses de estar aquí. Casi al mismo tiempo que tuve que dejar mi bohemia bohardilla francesa y mudarme al número 27 de la “rue Fresnel” . Allí compartía un minúsculo apartamento junto a 5 “artistas”. Me gustaría decir que nadie me dijo que ser escritor iba a resultarme tan difícil, pero si he de ser sincero, me lo advirtieron nada más llegar. Sería mi primera o segunda semana en París, yo recorría las calles buscando inspiración en cada esquina, me pasaba horas paseando por los parques, visitando museos y charlando con otros artistas en pequeños cafés diseñados para hacernos creer que solucionábamos los problemas mundanos mientras nos calentábamos con un capuchino. Cabe esperar que fuese uno de estos escritores me advirtiera de mi nefasto futuro, pero fue un frutero que tenía su negocio en mi misma calle quién vaticinó mi negro destino. Lo veía a diario hablando con las vecinas, colocando la fruta o leyendo en la puerta de su negocio. Siempre me saludaba al pasar y poco a poco fuimos pasando del frio saludo matutino a largas conversaciones sobre nuestras vidas. Cuando le conté mis planes de ser un reputado escritor sonrío amargamente y me dijo “Amigo, espero que te guste pasar hambre”. Con el tiempo me confesó que él, una vez también estuvo en mi situación y también quiso ser un artista de éxito, pero que terminó por rendirse y montó esa pequeña frutería.
El caso es que el tiempo fue pasando, y yo no encontraba mi obra maestra. No encontraba la inspiración prometida. Y cuanto más lo intentaba menos dinero me quedaba. Así que tuve que ir intercambiando mis fases de búsqueda de inspiración, con trabajos de poca monta. Trabajaba de lo que fuese, casi todos trabajos temporales, camarero, botones, etc.. Trabajaba un mes y luego pasaba el siguiente escribiendo, viviendo de lo ganado, hasta que me volvía a quedar sin dinero y vuelta a empezar. Las épocas de trabajo eran más llevaderas, tenías un horario, tenías una rutina, no tenías que pensar mucho ni agobiarte por el mañana. En cambio las otras… eran más difíciles de llevar. Pasaba horas delante de folios en blanco. Paseaba en bici por las calles buscando la musa que me habían prometido antes de salir, pero nunca encontraba nada. Cada vez odiaba más esta ciudad. Cada vez odiaba más ser un escritor que no escribe. Si no puedo escribir algo en condiciones en esta ciudad no podré hacerlo en ninguna. Así que cada vez me tomaba menos tiempo para escribir, y me pasaba más tiempo en trabajos basura. Distrayendo la mente, intentando no pensar en nada relacionado con el arte.
Lo que nos lleva al día de hoy, o de ayer mejor dicho, que fue cuando me despidieron de mi empleo. Trabajaba en una pequeña pastelería. No ganaba mucho dinero, pero me encantaba el olor de la tienda, y me relajaba mucho hacer pasteles, me abstraía de todo el mundo en esa pequeña pastelería. Pero bueno no nos desviemos, el día de hoy es el primero desde hace mucho que me tomo para dedicarlo al arte. Decido salir a dar una vuelta por el barrio. Hace tiempo q no lo hago. Al salir a la calle huele a humedad. Ayer llovió y todavía quedan muchos charcos en las aceras. Normalmente me gusta ir en bici a todas partes, pero con el tiempo tan inestable prefiero dejarla en casa e ir andando. Después de un rato dando vueltas me deprime la imagen de una vieja prostituta, demasiado maquillada y casi esquelética, intentando convencer a un señor mayor para pasar un “buen rato”. Decido ir al Louvre, cuando llego hay una cola demasiado larga, así que me siento en un banco contar cuantos rombos tiene la pirámide de la entrada. Cuando me canso pienso que la única manera de salvar el día sería meterme en una tasca a beber vino hasta perder la conciencia. Después de emborracharme y dar un espectáculo lamentable me echan del local. Ya es de noche. Voy muy borracho. Voy muy cabreado con el mundo. Muy cabreado con Francia. Muy cabreado con París. Y grito a la ciudad que voy a escribir sobre eso. Sobre lo duro que es vivir en París. Sobre lo asqueroso e ingrato que es ser escritor en esta ciudad. Y en ese momento llego al Sena. Y está completamente iluminado. Y me produce una extraña calma contemplarlo. Me acerco un poco más y me siento en la orilla. Y veo las luces reflejarse en el río. Y veo las parejas saliendo de los restaurante sonriendo. Y vislumbro la bella torre Eiffel. Y pienso que no estaré tan mal cuando he aguantado tanto tiempo aquí. Y es entonces cuando pienso que quizás mi labor como escritor, mi labor como “artista”, no es dilapidar la fama de esta ciudad, si no contribuir a ella. Maquillar la realidad y formar parte de su magia. Contar que aunque caprichosa, esta es una ciudad que cuida de los suyos, y al final sabe recompensarte. Me tumbo y sonrío. Cierro los ojos y susurro “Buenas noches Paris”.
Peraltucho
sábado, 31 de diciembre de 2011
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Socio de la soledad
Debería estar acostumbrado, pero no… uno nunca termina de acostumbrarse a esto. Te plantas cada mañana delante del espejo y ensayas como fingir una sonrisa, practicas una y otra vez hasta que se convierte en un gesto casi mecánico, una manera de camuflarte con tu entorno, una manera de sobrevivir en la fría urbe. Es la mirada lo que no se puede esconder… Son tus ojos los que delatan tus sentimientos, o lo harían, si alguien se tomase la molestia de mirarlos. Por suerte la mayoría se queda en la sonrisa, asumen que todo va bien, y no se atreven a ver la verdad en mis ojos, no quieren más problemas a sus espaldas… No los culpo… De hecho los ayudo escondiendo mi mirada, con la cabeza siempre gacha y rehusando cruzar la vista con cualquiera, puede que eso también sea parte del problema. Es duro ser uno mismo y no tener con quien compartirlo. Es duro levantarte solo cada mañana, y más duro aun acostarte solo todas las noches. A veces creo que puede ser culpa mía, puede que no esté preparado para estar con nadie, puede que no encuentre nunca la persona adecuada. Normalmente a estas alturas siempre encuentro algún anhelo de esperanza, algún ápice de alegría que me haga pensar que esto es solo una fase, que esto es solo temporal, que han de venir tiempos mejores… Pero esta noche no…. Esta noche no hay nada de eso, esta noche vuelvo a estar solo yo, con unas ganas locas de gritar, de llorar, de romper lo que sea, de beber hasta perder el sentido, de tomar novocaína para el alma… Pero no valdría de nada, pues mañana, cuando vaya acostarme, volveré a estar solo yo…
Peraltucho
Peraltucho
domingo, 3 de julio de 2011
Caminos secundarios
¿Sabes cuando vas conduciendo, quieres torcer hacia un lado, pones tu intermitente, giras el volante y cuando vuelves a enderezarlo suena un “click”? El “click” de la palanca del intermitente cuando ya as terminado de girar, cuando vuelves al camino recto. Me encanta ese sonido. Me hace sentir que todo encaja, que todo va según lo previsto, que todo es como debe ser. Es una de esas pequeñas manías que nos creamos para no terminar de perder el contacto con la realidad. Una de esas tonterías que te hacen sonreír.
Sonreír… de chico siempre creí que con el tiempo sería más fácil hacerlo, sería más fácil ser feliz. Pero el tiempo lo único que consiguió fue volverme más cínico, volverme más desconfiado, volverme más en el tipo de persona que no quería convertirme. Se suponía que no debería ser así. Se suponía que todo debería ser más fácil. Pobre ingenuo… Son tiempos en los que hay que ver como la gente en la que creías poder confiar te traiciona sin el más mínimo remordimiento. Son tiempos en los que sobran dedos para contar los amigos que te quedan. Tiempos de incertidumbre, donde no sabes ni a quién escuchar, ni a quién creer, ni siquiera a quién querer… Tiempos en los que ya no queda casi ninguna ilusión…
Sin embargo, y contra todo pronóstico, a menudo me sorprendo a mi mismo caminando por la calle, con mis cascos puestos, absorto siempre en mis pensamientos, con la cabeza siempre gacha, albergando en mi interior la secreta esperanza de que algún día suene un “click” que enderece toda mi vida.
Peraltucho
Sonreír… de chico siempre creí que con el tiempo sería más fácil hacerlo, sería más fácil ser feliz. Pero el tiempo lo único que consiguió fue volverme más cínico, volverme más desconfiado, volverme más en el tipo de persona que no quería convertirme. Se suponía que no debería ser así. Se suponía que todo debería ser más fácil. Pobre ingenuo… Son tiempos en los que hay que ver como la gente en la que creías poder confiar te traiciona sin el más mínimo remordimiento. Son tiempos en los que sobran dedos para contar los amigos que te quedan. Tiempos de incertidumbre, donde no sabes ni a quién escuchar, ni a quién creer, ni siquiera a quién querer… Tiempos en los que ya no queda casi ninguna ilusión…
Sin embargo, y contra todo pronóstico, a menudo me sorprendo a mi mismo caminando por la calle, con mis cascos puestos, absorto siempre en mis pensamientos, con la cabeza siempre gacha, albergando en mi interior la secreta esperanza de que algún día suene un “click” que enderece toda mi vida.
Peraltucho
miércoles, 1 de junio de 2011
Huele a hierba
El proceso de olvidar a alguien es de los más complicados que vamos a tener que pasar a lo largo de nuestra corta existencia, sobre todo si tenemos en cuenta de que todo nuestro entorno estará en nuestra contra. Allá donde vayamos encontraremos a alguien con el mismo corte de pelo, con la misma falda, con la misma risa… y cada vez que encontremos esos pequeños pedazos de esa persona nos dará un pequeño vuelco el corazón, recordándonos que el hecho de vivir deja secuelas. De todas formas, no es a estas pequeñas patadas del pasado a lo que hay que temer, a lo que realmente hay que tenerle miedo es a su olor. A ese perfume que siempre usaba, a ese aroma que impregnaba el ambiente en su presencia. Pues esos destellos, esos recuerdos que el paisaje de la ciudad nos pone como prueba terminan desapareciendo. Pero pueden pasar días, meses, incluso años, haber conocido a más gente, haber vivido otras experiencias, y un día, vas caminando entre la multitud y llega a ti ese olor que tu creías único e insustituible, y de golpe y porrazo te recuerda todo lo que un día tuviste, todo lo que un día perdiste. Y quedas solo entre el gentío. Y cierras los ojos con fuerza para intentar olvidar. Pero ya es demasiado tarde, y ese aroma se apodera de tu alma, y te deja destrozado en mitad de la calle, maldiciendo el día que memorizaste su fragancia…
Peraltucho
Peraltucho
martes, 17 de mayo de 2011
Insomnio
Últimamente me cuesta conciliar el sueño. Cuando me meto en la cama tengo la sensación de haber hecho algo malo pero sin saber muy bien el que. Con un nudo en el estomago voy recorriendo mentalmente todo lo acontecido en día, intentando encontrar lo que no encaja, lo que he hecho o lo que he dejado de hacer y que me está carcomiendo la conciencia. Es una sensación muy extraña. Me suelo imaginar a mi mismo esposado y escoltado por dos militares armados hasta un muro. Una vez allí me dejan solo ante un pelotón que se pone en posición para acribillarme a tiros contra la pared. Yo busco desesperado en el rostro de cualquiera de los presentes una explicación al porque de tal castigo. Pero en lugar de respuestas lo único que encuentro son balas contra mi persona. Es un poco esa sensación la que tengo al acostarme. Es esa sensación de estar haciendo algo mal y no saber el que. Es un mal castigo por algo que ni siquiera sé si merezco. No sé porque me pasa esto, quizás no sea nada, o quizás sea mi subconsciente avisándome de que me prepare para lo q se avecina… No lo sé… Solo sé que estoy cansado. Solo sé que tengo sueño. Solo sé que tengo miedo de meterme en la cama esta noche…
Peraltucho
Peraltucho
lunes, 28 de febrero de 2011
Recordatorios
PRÓLOGO
Este escrito es una nota que me dejé a mi mismo hace ya bastante tiempo. Revolviendo entre los viejos relatos la he encontrado y me ha hecho darme cuenta de que poquito han cambiado las cosas, como sigo cayendo siempre en los mismos errores y como ya no hago caso ni de mis propios consejos... en fin... espero que a vosotros os sirva más que a mi.
CARTA PARA MI MISMO:
Habrá muchas veces que te sentirás solo. Durante alguno de esos periodos puede que conozcas alguien. Alguien que sabrás que no es la persona de tu vida, con la que puede que apenas tengas cosas en común, que sepas que no hay futuro ninguno a su lado, pero que te presta algo de atención. Las cosas siempre son más fáciles con alguien a tu lado… aunque sea alguien que no te conviene. Es difícil estar solo, y te sentirás tentado y atraído por esa persona. En parte puede ser hasta bueno durante un breve periodo de tiempo, pero no te engañes… Sabes como eres, y sabes como va a terminar eso… No eres capaz de estar con alguien a quién sabes que no vas a amar nunca… y cuanto más tiempo estés con ella, más doloroso será al final, y más difícil de terminar… Te escribo esto como recordatorio, para que tengas cuidado… ambos sabemos lo dura que es la soledad… pero ambos sabemos también que en algún lado tiene que estar la mujer de nuestra vida… y no queremos encontrárnosla y que se nos escape por estar perdiendo el tiempo con otra por tal de no estar solos… Espero que no necesites leer esto muy a menudo, espero que lo próximo que escribas sea lo bien que te va por la vida, lo feliz que eres, y mariconadas por el estilo, pero aunque llegue ese momento, no borres esto, es bueno saber de donde venimos, lo que hemos vivido, y como hemos llegado aquí…
Han de venir tiempos mejores, cometeré más errores, daré menos explicaciones, y escribiré nuevas historias…
¡Que te vaya bonito!
Peraltucho
Este escrito es una nota que me dejé a mi mismo hace ya bastante tiempo. Revolviendo entre los viejos relatos la he encontrado y me ha hecho darme cuenta de que poquito han cambiado las cosas, como sigo cayendo siempre en los mismos errores y como ya no hago caso ni de mis propios consejos... en fin... espero que a vosotros os sirva más que a mi.
CARTA PARA MI MISMO:
Habrá muchas veces que te sentirás solo. Durante alguno de esos periodos puede que conozcas alguien. Alguien que sabrás que no es la persona de tu vida, con la que puede que apenas tengas cosas en común, que sepas que no hay futuro ninguno a su lado, pero que te presta algo de atención. Las cosas siempre son más fáciles con alguien a tu lado… aunque sea alguien que no te conviene. Es difícil estar solo, y te sentirás tentado y atraído por esa persona. En parte puede ser hasta bueno durante un breve periodo de tiempo, pero no te engañes… Sabes como eres, y sabes como va a terminar eso… No eres capaz de estar con alguien a quién sabes que no vas a amar nunca… y cuanto más tiempo estés con ella, más doloroso será al final, y más difícil de terminar… Te escribo esto como recordatorio, para que tengas cuidado… ambos sabemos lo dura que es la soledad… pero ambos sabemos también que en algún lado tiene que estar la mujer de nuestra vida… y no queremos encontrárnosla y que se nos escape por estar perdiendo el tiempo con otra por tal de no estar solos… Espero que no necesites leer esto muy a menudo, espero que lo próximo que escribas sea lo bien que te va por la vida, lo feliz que eres, y mariconadas por el estilo, pero aunque llegue ese momento, no borres esto, es bueno saber de donde venimos, lo que hemos vivido, y como hemos llegado aquí…
Han de venir tiempos mejores, cometeré más errores, daré menos explicaciones, y escribiré nuevas historias…
¡Que te vaya bonito!
Peraltucho
domingo, 23 de enero de 2011
Hell's Doors
Sé que la vida no transcurre como una espera que fuese, pero uno espera que siga cierto sentido, que siga cierto cauce. No creo que nadie se esperase nunca estar en una situación parecida a la que yo me encuentro, no creo que nadie esperase nunca estar de pie en la cocina, sujetando un cuchillo en la mano mientras la persona a la que amas agonizada en un charco de sangre. Pero me estoy adelantando, la historia no comienza ni en mi cocina, ni en este momento, nuestra historia comienza hace un par de meses antes, en un bar llamado Heaven’s Doors.
Supongo que si digo que esta historia es una historia de chico conoce a chica la mayoría pensaría en cenas románticas, en largos paseos por verdes parques, en noches de amor a la luz de la luna. Pero nuestra historia no es así, en nuestra historia el chico y la chica se conocen de verdad, se conocen más allá de nombres, más allá de historias de amor imposibles, más allá de historias de superación personal, más allá de finales made in Hollywood… De hecho, si la chica de nuestra historia hubiese dejado estar las cosas tal y como las dejó el chico, ahora mismo estaría disfrutando de la vida en algún otro lugar, con una servilleta en el bolso donde pondría “Sin nombres, sin despedidas” y que le recordaría que hay historias de amor a las que es mejor no sucumbir, que hay barreras que es mejor no cruzar… Pero en lugar de eso, la chica corrió detrás del chico…
Un mes después de este acontecimiento ambos nos fuimos a vivir juntos. El día que nos mudamos decidimos colgar aquella servilleta en la pared, con el fin de que algún día pudiésemos contar a nuestros hijos y a nuestros nietos la más bella historia de amor jamás vivida por nadie. Los días transcurren entre risas y besos. Las noches entre sabanas sudorosas a la luz de las estrellas. Cada día que pasamos juntos es mejor que el anterior. Lo que nos lleva al momento previo del que os hablaba al principio.
Ella prepara la cena, era la noche en la que cumplíamos nuestro primer mes de convivencia. Reíamos mientras yo descorchaba una botella de vino recordando nuestro primer encuentro. Decidimos que lo más lógico sería ir a tomar unas copas en aquel bar después de la cena. Yo le propongo hacerlo todos los meses, y con el tiempo convencer al antipático barman para que nos dejara colgar nuestra servilleta en la pared. Ella sonríe, me dice que me quiere y se gira para seguir preparando la comida. Yo cojo un cuchillo, la agarro por detrás y le rebano el cuello.
Para entender lo que sucedió en este momento me temo que tendremos que conocer un poco de mi pasado. Cometí el error de crecer pensando que me esperaba algo maravilloso en la vida, viendo películas que me hacían soñar con que encontraría a una muchacha maravillosa que me haría el hombre más feliz del mundo, que me ayudaría a superar cualquier obstáculo, y que viviríamos por siempre felices. A mis 14 años cuando mi primera “novia” me dejó mediante una nota en mitad de la clase de historia para poder salir con “otro chico más guay” me di cuenta de que el amor no era como yo pensaba. El divorcio de mis padres al año siguiente no ayudo recobrar mi fe en el amor. A partir de ese momento decidí que quizás el amor no fuese algo fácil, no fuese un regalo, si no que era algo por lo que uno tenía que luchar, y que había que ganarse con sudor, sangre y lágrimas. En los años siguientes conocí a muchas más mujeres, pero con ninguna termine bien. Seguí intentándolo, no me daba por vencido, pensaba que con cada fracaso aprendía algo nuevo que me haría ser mejor en la siguiente relación. Pero una mala noche, en el peor antro que puedas imaginar, encontré a la mujer más maravillosa del mundo. Y por primera vez en mi vida, las cosas parecían ir viento en popa.
Entonces, si las cosas iban tan bien ¿por qué matarla? ¿Por qué acabar con algo tan bello? ¿Por qué dejar de ser feliz? Bueno, las cosas no son siempre tan fáciles como aparentan. Es cierto que en este momento de mi vida no puedo creerme la suerte que tengo, no estoy acostumbrado a que las cosas me salgan bien, y la sensación que tengo es embriagadora. Jamás había estado tan enamorado, jamás había querido tanto a nadie como quería aquella muchacha. Por eso, en el momento que ella me sonrió y me dijo “Te quiero” supe que nunca más la amaría como en ese momento. Mi experiencia me decía que a partir de aquel instante la relación solo podría ir a peor, y que en algún momento encontraría el escollo en el camino que me haría tropezar y terminaría rompiendo mi ya maltrecho corazón. Así que en ese preciso instante tuve una revelación. Me di cuenta de que si ella moría en ese momento el amor que teníamos sería eterno. No sufriría el desgaste del día a día, no caería en la rutina, no habría agentes externos que lo deteriorase, sería un amor perfecto, sería un amor puro, sería un amor eterno… Por eso, en su momento no me tembló el pulso al coger el cuchillo. Por eso me fui de la cocina sin ver su cadáver, no quería que el lamentable estado en el que se encontraba enturbiase el recuerdo de su última sonrisa. Por eso, a día de hoy, la sigo amando como aquel precioso día…
Peraltucho
Supongo que si digo que esta historia es una historia de chico conoce a chica la mayoría pensaría en cenas románticas, en largos paseos por verdes parques, en noches de amor a la luz de la luna. Pero nuestra historia no es así, en nuestra historia el chico y la chica se conocen de verdad, se conocen más allá de nombres, más allá de historias de amor imposibles, más allá de historias de superación personal, más allá de finales made in Hollywood… De hecho, si la chica de nuestra historia hubiese dejado estar las cosas tal y como las dejó el chico, ahora mismo estaría disfrutando de la vida en algún otro lugar, con una servilleta en el bolso donde pondría “Sin nombres, sin despedidas” y que le recordaría que hay historias de amor a las que es mejor no sucumbir, que hay barreras que es mejor no cruzar… Pero en lugar de eso, la chica corrió detrás del chico…
Un mes después de este acontecimiento ambos nos fuimos a vivir juntos. El día que nos mudamos decidimos colgar aquella servilleta en la pared, con el fin de que algún día pudiésemos contar a nuestros hijos y a nuestros nietos la más bella historia de amor jamás vivida por nadie. Los días transcurren entre risas y besos. Las noches entre sabanas sudorosas a la luz de las estrellas. Cada día que pasamos juntos es mejor que el anterior. Lo que nos lleva al momento previo del que os hablaba al principio.
Ella prepara la cena, era la noche en la que cumplíamos nuestro primer mes de convivencia. Reíamos mientras yo descorchaba una botella de vino recordando nuestro primer encuentro. Decidimos que lo más lógico sería ir a tomar unas copas en aquel bar después de la cena. Yo le propongo hacerlo todos los meses, y con el tiempo convencer al antipático barman para que nos dejara colgar nuestra servilleta en la pared. Ella sonríe, me dice que me quiere y se gira para seguir preparando la comida. Yo cojo un cuchillo, la agarro por detrás y le rebano el cuello.
Para entender lo que sucedió en este momento me temo que tendremos que conocer un poco de mi pasado. Cometí el error de crecer pensando que me esperaba algo maravilloso en la vida, viendo películas que me hacían soñar con que encontraría a una muchacha maravillosa que me haría el hombre más feliz del mundo, que me ayudaría a superar cualquier obstáculo, y que viviríamos por siempre felices. A mis 14 años cuando mi primera “novia” me dejó mediante una nota en mitad de la clase de historia para poder salir con “otro chico más guay” me di cuenta de que el amor no era como yo pensaba. El divorcio de mis padres al año siguiente no ayudo recobrar mi fe en el amor. A partir de ese momento decidí que quizás el amor no fuese algo fácil, no fuese un regalo, si no que era algo por lo que uno tenía que luchar, y que había que ganarse con sudor, sangre y lágrimas. En los años siguientes conocí a muchas más mujeres, pero con ninguna termine bien. Seguí intentándolo, no me daba por vencido, pensaba que con cada fracaso aprendía algo nuevo que me haría ser mejor en la siguiente relación. Pero una mala noche, en el peor antro que puedas imaginar, encontré a la mujer más maravillosa del mundo. Y por primera vez en mi vida, las cosas parecían ir viento en popa.
Entonces, si las cosas iban tan bien ¿por qué matarla? ¿Por qué acabar con algo tan bello? ¿Por qué dejar de ser feliz? Bueno, las cosas no son siempre tan fáciles como aparentan. Es cierto que en este momento de mi vida no puedo creerme la suerte que tengo, no estoy acostumbrado a que las cosas me salgan bien, y la sensación que tengo es embriagadora. Jamás había estado tan enamorado, jamás había querido tanto a nadie como quería aquella muchacha. Por eso, en el momento que ella me sonrió y me dijo “Te quiero” supe que nunca más la amaría como en ese momento. Mi experiencia me decía que a partir de aquel instante la relación solo podría ir a peor, y que en algún momento encontraría el escollo en el camino que me haría tropezar y terminaría rompiendo mi ya maltrecho corazón. Así que en ese preciso instante tuve una revelación. Me di cuenta de que si ella moría en ese momento el amor que teníamos sería eterno. No sufriría el desgaste del día a día, no caería en la rutina, no habría agentes externos que lo deteriorase, sería un amor perfecto, sería un amor puro, sería un amor eterno… Por eso, en su momento no me tembló el pulso al coger el cuchillo. Por eso me fui de la cocina sin ver su cadáver, no quería que el lamentable estado en el que se encontraba enturbiase el recuerdo de su última sonrisa. Por eso, a día de hoy, la sigo amando como aquel precioso día…
Peraltucho
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