lunes, 10 de agosto de 2009

Ajuste de cuentas

La música era embriagadora. Apenas recordaba cómo había llegado allí. Recordaba que la noche era fría y silenciosa. Recordaba estar buscando en un cubo de basura algo que echarse a la boca. Llevaba días sin comer algo en condiciones. Recordaba escuchar de pronto una melodía que le arrastró por las sucias calles en busca de su procedencia. No sabía cuánto tiempo había estado andando. Ni que camino siguió hasta plantarse en la puerta del parque.

Un cartel grande y de llamativos colores indicaba que esa misma noche se celebraba un concierto de música clásica al aire libre. Se recomendaba asistir con las mejores galas posibles. Ni siquiera leyó el cartel. Siguió adelante en busca del origen de la música. Subió a lo más alto del parque y desde allí pudo contemplar cómo la banda deslumbraba a todos los presentes. Las familias se habían sentando en unas mesas especialmente dispuestas para la ocasión en el costado de la colina. Mientras que abajo del todo la orquesta tocaba una dulce melodía que dejaba sin palabras a cualquiera que tuviera la fortuna de escucharla.

Lentamente bajó por la colina. Los asistentes se apartaban a su paso. Llevaba semanas sin ducharse. No recordaba la última vez que lavó su mugrienta vestidura. Cuando creyó estar bien situado simplemente paró de andar. Se quedo allí de pie. Cerró los ojos y se dejo arrastrar por la música.

A su alrededor se escuchaban murmullos de desaprobación. Muchos se apartaron de su lado y se fueron con sus trajes caros y sus copas de vino a otro lado. Al cabo de unos minutos un circulo se había creado a su alrededor. Pero él no estaba en el parque en ese momento. Estaba a kilómetros de allí. La música le hizo recordar otro tiempo, otro lugar. Dónde era feliz. Dónde tenía una familia. Recordó cuando era respetado por sus congéneres. Recordó cuando se tumbaba los domingos en el porche de su casa y tomaba una cerveza con su mujer mientras los niños correteaban. Recordó cuando llegaba cansado del trabajo y hacia el amor con su mujer mientras música clásica sonaba de fondo.

En ese momento empezó a llover. El agua fría lo sacó de su letargo y abrió los ojos. Pudo ver como los asistentes corrían buscando un lugar donde cobijarse. Poco a poco se fueron yendo hasta que sólo quedo él. De pie. Bajo la lluvia. Escuchando la música.

Los músicos, al ver que su público se había marchado se fueron retirando también. Uno por uno fueron recogieron sus instrumentos y se largaron. Todos salvo una violinista que siguió tocando. Mientras ella tocaba él cerró de nuevo los ojos. Y volvió a sus recuerdos, a sus tiempos mejores, a ser verdaderamente él y no el despojo humano en el que se había convertido.

Cuando la violinista terminó él abrió los ojos. Ella le sonrió. Hizo una reverencia y se marchó. Él se quedó quieto bajo la lluvia. El agua había calado su abrigo. Alzo la cabeza y contempló las nubes. Quiso gritar. Quiso decirle al cielo que estaba harto de aguantar. Que estaba arto de tragar mierda. Que estaba arto de pasar frio. Que estaba harto de este mundo. Que ya no encontraba una razón para seguir adelante. Lentamente sacó una pistola del interior de su gabardina. Su mano temblaba. Abrió la boca y se metió el cañón del arma. Cerró los ojos fuertemente mientras las lágrimas que brotaban de ellos se confundían con las gotas de lluvia que golpeaban en su cara.

Al día siguiente, en la terminal del aeropuerto la orquesta esperaba su vuelo. La violinista risueña se dirigió a comprar el periódico. Se sentó en un banco y empezó a ojearlo. Buscaba las críticas del concierto, aunque no tenía grandes expectativas al respecto debido a que la lluvia arruinó la mayor parte. Pasaba las páginas en busca de la crítica cuando de repente no pudo contener un grito. Había topado con la sección de sucesos. El titular de la noticia decía: “Hallado cadáver en un Parque. Posible ajuste de cuentas”. Junto al extenso texto que desarrollaba la noticia se podía ver la foto de un vagabundo muerto. Nunca más volvió a tocar el violín.

Peraltucho

4 comentarios:

  1. Farero del paraiso19 de agosto de 2009, 0:02

    Alguien, q no esq lea mucho, la verdad, me comentó que leyo esto, le gustó, se emocionó y le dió bastante pena, es un buen signo amigo.

    Por cierto, se te propone un enigma en la entrada anterior y pasas olimpicamente...desde luego...

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  2. Jejeje, es que entre tanto anonimo me perdia...
    no cuesta tanto dejar escrito quien escribe cada cosa... 8-) jeje
    Trasmite mis agradecimientos a ese alguien que se tomo la molestia de leerlo.
    un saludo!

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  3. Un ajuste de cuentas consigo mismo y con su pasado...

    ¿Caminando en círculos quizás? A mi me ha recordado mucho a esa canción de Quique González.

    Dónde iremos a parar...

    Un saludo.

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  4. Pos la verdad es que no lo habia visto asi... en mi idea principal tenia pensao que acabara con la frase: ajustando cuentas con el destino... pero al final decidí metir a la violinista de por medio...
    Muchas gracias por tu comentario!

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