De lo que hablamos es de esa sensación de velocidad, del agradable mareo que te embriaga cuando menos te lo esperas, del incomprensible sentimiento de culpa que te hace querer ser golpeado hasta quedar inconsciente, del sorprenderte sonriendo al techo, de los amaneceres etílicos con otros de tu calaña, del disfrutar de los placeres más absurdos de la vida, de las miradas furtivas, de la añoranza, de la ilusión, del fugaz ataque de optimismo, del gris devenir de los días, del pasar de todo, del no dejar de pensar en nada, del agotador cálculo de posibilidades del futuro, de intentar aprovechar el momento, de poder encontrar el movimiento alegro del día, de esas ganas de correr y escapar de todo, de querer gritar al mundo, de querer perder el sentido, de intentar comprenderte ante el espejo, de darte por vencido en una barra, de disfrutar caminando en la ciudad, de recordar que a veces manda el corazón, de buscarnos en la multitud, de estar loco, de esquivar la realidad, de perderte entre tus pensamientos. De lo que hablamos, en resumen, es de esos sentimientos encontrados.
Peraltucho
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