La cuidad arde a nuestro alrededor.
Estamos cerca de estar muertos, o eso creemos.
No nos importa si queda algo vivo en kilómetros.
¿Quién sabe cómo coño empezó?
¿A quién cojones le importa?
Solo quedamos ella y yo.
De pie.
Uno frente al otro.
Ella se abraza a mí y llora.
Imagino nuestra silueta en la azotea de un edificio mientras
la ciudad se consume por las llamas.
Siempre me resultó más fácil imaginar momentos perfectos que
vivirlos.
Beso cariñosamente su frente.
La miro a los ojos mientras le acaricio suavemente el pelo.
Le digo mi mentira favorita: “Todo irá bien”.
Nos besamos.
La cuidad arde a nuestro alrededor.
Peraltucho.